Twitter: @RicardoSolano_ 

“La gente está cansada de tanta elección y yo creo que eso tendría que cambiar” apuntó la semana pasada la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, durante una entrevista para W Radio.

Vale la pena recodar que una de las participaciones más destacadas de México en operaciones para la construcción de la paz (‘peacebuilding’) de la ONU fue cuando el entonces Instituto Federal Electoral asesoró al gobierno de Afganistán para la conformación de su sistema electoral con objeto de avanzar en la consolidación de su democracia, esto en el año 2011.

Uno de los puntos clave de esta asesoría fue que el Gobierno afgano necesitaba reglas claras en los procesos electorales a fin de fortalecer su sistema de partidos. Más allá de los beneficios reales de la participación mexicana en la construcción de la democracia en Afganistán, es de destacar que:

Los procesos electorales en México son reconocidos a nivel internacional; de ahí que la ONU haya solicitado la asistencia técnica del IFE en la reconstrucción del país asiático.

En normal que en cualquier democracia existan intereses. De hecho, los intereses favorecen la competencia democrática. Los partidos políticos tienen intereses, los candidatos tienen intereses, los empresarios, los estudiantes, los trabajadores, los sindicatos, los maestros, todos en una democracia tienen intereses. Así, los agentes o electores se comportan y votan de acuerdo con esos intereses.

En México, desafortunadamente, hemos satanizado el tener “intereses”.

Pero hay que ver a los intereses como lo que son, beneficios que una persona tendrá si cierto candidato o partido gana alguna elección. Beneficios ya sea de tipo ideológico, o reducción de impuestos, o alguna ayuda social, la implementación de cierto programa para su grupo socioeconómico, o el apoyo a cierto sector o, incluso, ocupar un puesto en la administración pública. Todos, mientras sean legales, son válidos.

Por lo tanto, tener intereses dentro de una democracia está bien y es lo lógico, todos los tenemos.

Pero la democracia y el Estado de Derecho deben ser los paraguas bajo los cuales deben moverse esos intereses. El gobierno que encabeza Morena está atentando claramente contra nuestra democracia. Ya lo hizo en Baja California con el aval de la oposición, y las declaraciones de una de las personas más cercanas a AMLO confirman que Morena no es un partido comprometido con la democracia en México. Estos son el tipo de intereses que no caben en un régimen democrático, aquellos que buscan destruir la democracia desde dentro del propio Estado por beneficios personales.


Si bien nuestra democracia es perfectible, es respetada en el mundo. Tenemos que empezar a respetarla nosotros mismo. Hemos luchado por décadas para que la democracia vaya ganando espacio dentro del sistema político y encuentre arraigo entre los mexicanos.

La democracia ha avanzado a medida que el poder presidencial ha ido perdiendo poder y lo han ganado otros grupos (la oposición, la sociedad civil, los Poderes Legislativo y Judicial, los gobiernos estatales, etc.). No podemos ser simples espectadores de la violación del orden constitucional. Que nuestro parámetro para juzgar las acciones de los gobiernos sea -principalmente- su compromiso con los valores democráticos y el Estado de Derecho.

Las reglas de nuestra democracia son claras y es responsabilidad de la sociedad en su conjunto defenderla todos los días, no solo durante las jornadas electorales.