Twitter: @IsaidMera
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A los mexicanos nos encanta el chisme, la ilusión y hasta la intriga. Pero a veces parece que odiamos la verdad.
Crecí en una colonia donde hay fascinación por enterarse si el vecino o la vecina tiene nuevo auto, o nuevo amor. Y también lugar donde se prefiere creer que “explosiones provocadas por el Gobierno” son causa o efecto de sismos o movimientos bruscos de la tierra, en lugar de tratar de entender la explicación de una institución confiable como el Servicio Sismológico Nacional.
El internet es campo fértil para el engaño. Por ejemplo, hace algunos años hubo gente que creía que ‘La Flor de la Abundancia’ era un modelo que les solucionaría sus finanzas. Y no les gustaba a muchos que se hicieran notas explicando que era un fraude. “Envidiosos” era uno de los adjetivos que usaban para repelar.
Por allá de 2012 millones de mexicanos quisieron creer que el PRI había cambiado y que Peña Nieto era la imagen de un nuevo partido vigoroso y comprometido por México.
Llamaban ‘chairos’ a quienes con argumentos les mostrábamos que era el regreso de la represión, corrupción y autoritarismo.
Otros dicen, sin pudor alguno, que Felipe Calderón fue un gran presidente de México. Pasan de largo de la contundente evidencia en datos de la tragedia de país con Calderón.
Varios más dicen que José Antonio Meade debió ser quien ganara la elección presidencial, pues haría un mejor Gobierno que López Obrador (el futurismo es un deporte nacional). Y si les dices que no porque habría sido la continuidad del PRI y parte del peñanietismo (¡imagínate eso!) tiran su ‘mejor as’: Es un tipo preparado.
A la oposición y varios agoreros le encanta la intriga y andar pronosticando, un día sí y otro también, que la ‘Cuarta Transformación’ va en picada, que ha fracasado.
Y detestan darse cuenta que mienten y que ante cualquier argumento que lanzan, López Obrador, con todo y los distintos problemas de su Gobierno, les queda muy grande.
Los de la Cuatroté adoran creer que todo marcha bien en el Gobierno de López Obrador.
Aborrecen que se les señalen las fallas, omisiones, caprichos o problemas, incluso con documentos o datos duros. Uno pasa por traidor a la patria si nos atrevemos a ello.
El mismo presidente se aferra a la refinería en Tabasco, pese a que especialistas (de los serios, no los fanáticos), empresas invitadas por el Gobierno, el futuro, y los mercados le gritan en la cara que no es buena opción. “Neoliberales” o “conservadores” son quienes se oponen, según AMLO.
Hablando de la Cuatroté, ahí está Noroña que desea ser presidente de la República. Y no le gusta cuando la gente se mofa de esa aspiración (legítima, claro). Pero la realidad indica que Noroña, quizá como ‘Pepe’ Meade, no ganaría ni su casilla.
Y los hay, claro, quiénes consideran al América el equipo más grande de México, olvidando su manchada historia. Mencionan que es el más ganador, que lo es, pero olvidan que, a diferencia de Chivas, necesitaron de Televisa para ser relevantes y luego populares. Y omiten la frialdad de su afición, acostumbrada además a esconderse cuando la cosa va mal.
La Puerta Grande: AMLO, tan lejos de la sensatez de Urzúa, y tan cerca de Bartlett, Nahle, y Ramírez Cuevas.