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Hay algunas palabras que me gustan más que otras, sin duda, la discriminación no siempre es semántica pero sí subjetiva. Sucede muy similar con la comida, tengo tantas palabras como platillos favoritos. Una que me encanta es albóndigas.
Cuando preparo albóndigas prefiero darle forma a la carne con mis manos, bien lavadas, eso siempre. La satisfacción de sentir todos los ingredientes entre los dedos es similar a hundir las manos en un costal de frijoles en el mercado. Los componentes del platillo varían según la receta que se siga o se invente. A pesar de que la base es la misma, el resultado depende mucho de lo que haya a la mano y de la sazón que se tenga, como en todo.
Cocinar es una forma de amar; la delicia de ensuciarme las manos, llenarme la cara de olores, el mandil de manchas y la boca de probaditas es sólo superada por unos ojos entrecerrados que disfrutan cada mordida, una lengua que saliva al encontrarse con lo que percibe el olfato, por un plato vacío donde no queda más que un rastro de lo que pasó.
Como una cama con las sábanas hechas nudo después de que dos amantes se comieran a mordidas como si estuvieran hechos de pan recién horneado.
Las albóndigas son mucho más que carne en forma esférica. Son un ratito que me doy para cocinar algo nutritivo que me encanta, son una pausa en el ajetreo del día para disfrutar la preparación paso por paso, a veces desde elegir los ingredientes más frescos, hasta improvisar con lo que aún queda en el refrigerador antes de acabar la semana… que si un poquito de cilantro, que si el cebollín que quedó de anoche…
Al final, cuando saco la bandeja del horno pellizco una para ver si ha quedado lista, la pruebo y me sonrío mientras le doy los últimos toques a la salsa de tomate que hierve a fuego lento en la estufa. Las sirvo en unos platitos hondos que no hacen juego porque se me han caído sus parejas en el lavaplatos. Uno es naranja, el otro verde olivo con un pequeño raspón en el borde de la cerámica.
Sí, ‘albóndiga’, cuatro sílabas, una exquisita palabra árabe tan exquisita que es capaz de deleitar todos los sentidos al mismo tiempo.