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Todos los días de nuestra vida, nos vemos asediados por imágenes. Cuelgan de las fachadas, cubren las calles, inundan los medios de comunicación y se encuentran en prácticamente cualquier producto que consumimos. Es así como la fotografía se ha constituido como un medio revolucionario que nos muestra las diferentes facetas de alguien o algo, e inclusive puede cambiar por completo como los percibimos.
En particular, en el ámbito político, la fotografía ha demostrado ser un recurso que, al ser utilizado de manera estratégica, oportuna y eficiente, logra generar y proyectar sentimientos, influencia, liderazgo, autoridad y seguidores leales.
Un retrato con fines políticos debe lograr cubrir el aspecto cualitativo, la percepción formada por la sociedad, y tener un flujo dinámico e interactivo. Para conseguir permanecer en la memoria colectiva, debe de poseer una identidad propia, un importante nivel de sensibilidad y el propósito de transmitir un mensaje. También tiene que ser capaz de matizar estereotipos, de singularizar a los líderes y de impactar más que los propios discursos ofrecidos por los actores políticos.

Un claro ejemplo de fotografías exitosas que ostentan estos rasgos, son las imágenes de la caída del Muro de Berlín. Las imágenes de este importante acontecimiento histórico están plagadas de simbolismo, ya que derrumbar el muro fue sólo el preámbulo de lo que vendría después, cuando se acordó la unificación de Alemania. También fue el primer paso de la destrucción del Telón de Acero comunista, ya que en menos de dos años cayeron todos los regímenes de la esfera soviética.
Por otro lado, las imágenes políticas se han posicionado como uno de los temas que más puede influir en la campaña de un personaje que busca convencer a los votantes de ser la mejor opción. Esto debido a que el público se ha acostumbrado a campañas electorales que no debaten ideas, sino imágenes.
Los estrategas políticos, así como los partidos, se han esforzado más en presentar un candidato que seduzca visualmente a los votantes, que en difundir sus programas o planes de gobierno.
Tal fue el caso en la campaña de nuestro expresidente Enrique Peña Nieto, en el que se le posicionaba como un “fresco y joven reformador”, y como el presidente “guapo” que enamoraba a las masas, en lugar de enfocarse en sus propuestas políticas.

Asimismo, dentro de las fotos utilizadas en su campaña, se viralizó en redes sociales una propaganda del candidato abrazando a una mujer, junto a una fotografía del expresidente priísta Gustavo Díaz Ordaz, en una pose similar y con el concepto de campaña del entonces abanderado tricolor. Esto dio pie a que también se diera una comparación entre lo que ocurrió en Atenco y que se atribuye a Peña Nieto, con lo que hizo Díaz Ordaz en Tlatelolco en 1968. Así de fuerte es el poder de una foto.
Finalmente, al abarcar más la mirada, el mundo se encoge. La fotografía ha abierto una ventana al mundo, al capturar instantes inmovilizados, que expresan algunas cosas que las palabras nunca alcanzarían a decir.
La fotografía ha demostrado ser una herramienta eficaz, útil y potente, con la que se demuestra que una imagen vale más que mil palabras.