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Las voces se suman y reúnen detractores y críticos, especialistas y opositores, bajo la genuina preocupación de señalar aquellos abusos y omisiones que han distinguido la mayor parte de las medidas tomadas por Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México.

Esa es al final de cuentas la labor de la oposición: proponer alternativas, destacar errores o malas decisiones, equilibrar al poder y contenerlo; toca a la autoridad, en cambio, construir espacios de diálogo, llegar a acuerdos para de ese modo no solo contar con una legitimidad electoral sino, sobre todo, dar forma a aquélla que se erige en torno a los consensos con quienes piensan distinto.

Fuente: vest-skolen.skoleporten.dk

No obstante, para quienes encabezan el poder Ejecutivo y para su partido, Morena, esta fórmula de diálogo, negociación y acuerdo, que es la de la política democrática, pareciera ser un obstáculo y un estorbo que ha sido reemplazado no pocas veces por la descalificación de críticos desde la tribuna del poder presidencial, el avasallamiento de la oposición política y la traición de los acuerdos que se construyen desde las cámaras, la beligerancia del insulto y la descalificación o la muy cómoda distribución de culpas por aquello que el propio gobierno es incapaz de resolver.

A esa fórmula democrática se impone, en cambio, la de un autoritarismo basado en el poder presidencial, en las mayorías aplastantes, en la anulación de espacios de diálogo, en la simplificación del pluralismo para reducirlo a dos polos irreconciliables: quienes están contra el gobierno o a favor de él.

La estrategia política que sigue el llamado gobierno de la cuarta transformación es, así, la de un populismo velado y sin tapujos…

Que que entre sus principales estrategias tiene la de centralizar el poder, debilitar contrapesos, restar autoridad a quienes se oponen a sus designios, denostar a críticos y premiar a fieles.

Ir, en suma, debilitando las instituciones construidas en los últimos treinta años y que tienen como objetivo acotar un poder único que llevó al país tanto a la banca rota económica como a la total inoperancia del propio sistema democrático.

Ante estos atropellos, resulta urgente que frente a un poder vertical y con tintes claramente autoritarios, la oposición asuma a la luz pública y de manera abierta una única agenda de defensa de las libertades.

Esta agenda debiera empezar por el propio Congreso, para de este modo contar con bloques capaces de hacer frente a esas transformaciones legales que atentan contra los equilibrios y las propias instituciones.

De igual modo, debe ser construida en colaboración con una sociedad civil para que, desde sus diversas y muy fecundas áreas de experiencia, dé espacio y voz en la arena pública a distintas y distintos especialistas que aporten al debate público de manera organizada y acompañada por las propias fuerzas políticas.

Asimismo, empresarios preocupados por el manejo de las finanzas públicas, del comercio y la política económica deben ser parte de ese bloque con una agenda clara de participación; medios de información, académicos e intelectuales podrían también contribuir desde la reflexión y la comunicación, el periodismo y la investigación, con una agenda que permita echar luz sobre el presente y el futuro de corto y mediano plazo.

Los esfuerzos asilados se pierden y cuentan con poca resonancia en la opinión pública

Y, sobre todo, entre la ciudadanía, frente a un gobierno que no solo cuenta con el aparato de Estado para informar sino que, además, sigue los designios de una sola voz y las decisiones de un único actor preponderante: el presidente.

En Venezuela, pasaron varios años ante de que, frente al chavismo, la llamada Mesa de Unidad convocara a los partidos de oposición a construir una agenda común. En nuestro caso, hubo que esperar doce años de alternancia política y el regreso del PRI, para construir una única agenda, el Pacto por México, que sirviera para construir los acuerdos de las transformaciones profundas tantas veces negadas o postergadas por el propio PRI.

El tiempo perdido en ambos ejemplos generó retrocesos o, al menos, estancamientos de los que ambos países no se han podido aún recuperar.

Es buen momento para, desde la oposición, sin complejos y con visión estratégica, comenzar a generar esa agenda común y esa suma de esfuerzos.

Cada día que se pierda en ese sentido lo aprovechan el presidente y su partido para seguir en su empeño de una transformación que pone en riesgo el presente y futuro de la propia democracia.