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Seis meses caracterizados por una fuerte incertidumbre mundial, en donde los altibajos del presidente estadounidense, Donald Trump, le pegaron por igual a todas la economías del planeta por su afán de que todo se realice cómo el quiere para favorecer a la economía estadounidense.
En primera instancia, Europa continuó enfriándose aunque mucho más de lo previsto por el Banco Central Europeo, que después de aceptar que sus estimaciones se quedaron cortas, abrió la puerta a regresar a una política monetaria que se impulsó hace más de diez años para contrarrestar los efectos de la crisis financiera del 2007.
De esta manera, se espera un recorte en sus tasas de interés o posiblemente una inyección de euros (estímulos monetarios) para estimular a la economía.
Japón, sigue igual, a pesar de su reducciones en las tasa de interés y la fuerte inundación de yenes en el mercado, la pobre economía nada más no ha podido presionar su inflación para que llegue a la meta del Banco de Japón, quien mantiene un discurso de crecimiento económico japonés, no obstante el entorno.
Estados Unidos ahora crece de manera modesta, en lugar de mostrar una “solidez” que varias veces nos enfatizó la Reserva Federal, quien ha reconocido que la guerra comercial con China ha comenzado a afectar a la economía estadounidense, asimismo, ha cambiado su discurso de conservar la cama para hacer algún movimiento a estar dispuesta a intervenir si la inflación se desacelera así como la economía.
México continúa cargando la debilidad que empezó a observarse en el último trimestre del año, la cual se ha visto afectada por el contexto internacional.
Las presiones arancelarias del presidente estadounidense que reducen el deseo de invertir en nuestro país, además de la política de la administración del presidente, López Obrador, que a pesar de querer mejorar las perspectivas actuales y futuras de México, ha provocado más dudas provocando que algunas calificadoras comiencen a revisar o alertar la situación crediticia de nuestro país, así como recortes en las perspectivas de crecimiento por parte de organismos y bancos internacionales, así como por la iniciativa privada nacional. Notablemente, en donde colaboro, Bursamétrica, hemos ajustado nuestro estimado de crecimiento para 2019 a un rango de 0.8% a 1.3% real anual.
Al mismo tiempo, la confianza de las familias sobre la economía nacional se venido deteriorando tras alcanzar un máximo histórico al principio del gobierno del presidente López Obrador, arrojando en el mes de junio de este año una reducción de -0.6% (ver gráfica).
De igual manera, el Índice Mexicano de de Confianza Económica realizado entre el Instituto Mexicano de Contadores Públicos/Bursamétrica, que presenta la percepción por parte de los contadores públicos respecto a las empresas donde prestan sus servicios, a pesar de repuntar en junio ligeramente, ha acumulado mínimos de toda la serie, enfatizando en que problemas como las condiciones de inseguridad en el país, la falta de capital o la corrupción, limitan el crecimiento de México.
El panorama pinta con altibajos aunque podría mejorar después de que Estados Unidos y China han retomado sus conversaciones comerciales.
En teoría al presidente estadounidense le ha gustado como nuestro país ha puesto en práctica medidas para limitar la fuerte inmigración con lo que no habría riesgo de una imposición de aranceles a los productos de origen mexicano y al mismo tiempo, el gobierno mexicano ha continuado a diversificar sus mercados para reducir las consecuencias de que el mercado estadounidense detenga sus comprar hacia México. Habrá que esperar, de todas formas lo anterior comenzará a repercutir más adelante por lo que es poco probable que nuestra economía crezca al 2% que ha mencionado el gobierno nacional.