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Tras intensos y difíciles días de negociaciones en Bruselas (iniciaron el pasado domingo 30 de junio concluyendo 48 horas después), los líderes de la Unión Europea (Merkel de Alemania, Macron de Francia, Sánchez de España, Conte de Italia, Rutte de Holanda y otros) se pusieron de acuerdo y optaron que por primera vez una mujer conduzca el principal órgano de dirección y brazo ejecutivo de los 28 socios comunitarios.

La alemana, Ursula Von der Leyen, ha sido propuesta para presidir la Comisión Europea. Cercana a Ángela Merkel y ministra de Defensa desde 2014, Von der Leyen es considerada como una política audaz que cuenta con amplia capacidad de gestión, lo que le ha permitido sortear crisis complejas desde la cartera de Defensa, como el surgimiento de una célula neonazi en las filas del ejército alemán (que incluso tenía planeado un atentado para incentivar la xenofobia) así como el reciente e inexplicable accidente de dos aviones Eurofighter en el que falleció un piloto.

Muchos recuerdan cuando en una visita oficial a Arabia Saudita se negó públicamente a llevar velo. Sus jornadas de trabajo no parecen tener límite (a lado de su despacho en el Ministerio tiene una habitación con una cama plegable en donde en periodos de trabajo intenso suele descansar).

Médico de profesión y defensora de los derechos de las mujeres, ha promovido iniciativas innovadoras como la igualdad de las mujeres soldado, así como guarderías en todos los cuarteles.

En el desempeño de su cargo ha sido un importante apoyo para Merkel al mantener un trato diplomático y cercano con altos cargos de la administración Trump. Sus contactos de primer nivel en Estados Unidos y Europa han posibilitado poner sobre la mesa la “Unión de la Defensa”, el cual pretende ser un espacio de defensa común a nivel europeo. Antes de su arribo al Ministerio hubiera sido inconcebible siquiera su discusión.

Es madre de siete hijos y su pasión por la política lo heredó de su padre, Ernst Albrecht, quien fue jefe de Gabinete de la entonces Comunidad Económica Europea en 1958 y director general de la Comisión Europea en 1969. Para abstraerse de las presiones propias de su puesto acostumbra aislarse en una cabaña de una montaña de Alemania. Le gustan los caballos e hizo lo posible para que sus hijos aprendieran a montar a desde pequeños. Los fines de semana los dedicaba enteramente a esa misión.

Conservadora, pro europea y políglota, Ursula Von der Leyen será la primera mujer en tomar las riendas de la Unión Europea.

Todo un reto y un hito histórico. Los desafíos que encara no son menores, como el lento crecimiento económico, el Brexit y el surgimiento de gobiernos anti-europeos de derecha populista.

2019 será un año crucial para la Unión Europea, que está experimentando fuertes turbulencias políticas y económicas. Para sortearlas, Von der Leyen tendrá que hacer uso de su gran capacidad de interlocución y de su incuestionable talento político.

Crisis de la derecha en la Unión Europea (y en el mundo)

En la democracia bipartidista por excelencia de la UE como lo es Gran Bretaña, la derecha se encuentra gobernando sin los ideales que la caracterizan y orientándose más al populismo nacionalista hoy tan en boga (al igual que en nuestro vecino, Estados Unidos).  Inculpan a la inmigración y a la integración económica y comercial de los problemas sociales y hasta políticos.

En otras democracias como en Alemania y España los partidos de centro-derecha como el Partido Popular se encuentra desgastado mientras que el recién surgido Vox ha optado por un discurso nacionalista intolerante y en ocasiones radical. En Francia e Italia los partidos de derecha se encuentran divididos, agravados y pareciera que sin rumbo. El filósofo político Michael Oakeshott definía el ser conservador como preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo intentado a lo no probado, lo real al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo desconocido, distante.

En la UE (y en otras democracias del mundo), se percibe que los partidos de derecha atraviesan por una etapa de descontento y desconcierto. El semanario The Economist los califica en su última edición de pesimistas y reaccionarios.

“Miran al mundo con desdén (al estilo Donald Trump) y con una óptica nacionalista irracional”.

“No tienes que ser conservador para encontrar eso profundamente preocupante para el futuro de las democracias”, anota el semanario.