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A un año de la gran celebración democrática y el triunfo arrasador de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del año pasado, han acontecido sucesos que dejan ver el destino de la Cuarta Transformación en los cinco años que aún le restan de gobierno.
Desde hace un año somos testigos de los grandes cambios que ha habido y de los muchos pendientes que enfrentará la gestión de la Cuarta Transformación. Comencemos por las “mañaneras” si bien, permiten que la prensa cuestione al presidente sobre lo ocurrido en el país, se ha convertido en un ejercicio ocioso y que podría ser mucho más fructífero de ser más objetivo tanto en las respuestas contundentes del presidente como en los planteamientos periodísticos que se realizan día con día.

Por otro lado, tenemos el aparente desastre y desmantelamiento de la administración pública, digo aparente, porque a siete meses no podemos dar un diagnóstico con pruebas suficientes en la mano, sin embargo, han dejado a la vista errores graves respecto a comunicación y manejo de programas sociales que no ha sido del todo efectivos como se planearon en un principio. La pericia y organización en la administración pública harán posible, en gran medida, que la transformación sea una realidad y la corrupción un mal antiguo.
Aunado a esto, hemos sido testigos de renuncias en el gabinete que nos han dejado claro que no todo es color de rosa y hay descontento y desacuerdos al interior, como naturalmente debe haberlos.
Lo que cabe resaltar en este aspecto, es que el presidente se ha esforzado arduamente por centrar absolutamente todo en su persona, y no está mal, sus intenciones son buenas y nos las ha dejado claras hasta el cansancio, pero es humanamente imposible continuar tanto con el ritmo de trabajo como con la presión que emana de tener que saber absolutamente todo y, por lo tanto, desinformar o confundir a la prensa, dependencias y oposición, en especial cuando de cifras hablamos.
Otro de los grandes pendientes es en materia de seguridad pues hemos tenido el arranque de sexenio y año más violentos que se han registrado. El despliegue de la Guardia Nacional no garantiza que la situación vaya a cambiar si se pretende sustituir toda tarea de seguridad pública con el ejército. Somos testigos de que militarizar la seguridad del país ha generado más violencia y requiere de un aumento de elementos para el cual no estamos preparados y que involucra la seguridad de los mexicanos.
Pese a todo lo ya mencionado, a un año de las elecciones, la aprobación del presidente sigue en índices muy positivos según lo publicado en la encuesta de El Financiero, aunque no se tienen los niveles de 83% que resultaron de la lucha contra el huachicol, se tiene un 66% que deja ver la esperanza presente en muchos ciudadanos que salimos a votar convencidos de la Cuarta Transformación hace un año.
Las acciones del presidente en materia de combate al huachicol, consultas ciudadanas, austeridad y Guardia Nacional han sido en su mayoría favorables, pero no podemos dejar de lado la otra parte, la que desaprueba estas y muchas otras acciones. La división, la polarización y los múltiples discursos de odio que se han agudizado desde el 1 de julio de 2018.
No podemos presumir de una democracia cuando la separación de ideales pareciera irreparable. Como sociedad, incluyendo al presidente, se nos olvida que vivimos en el mismo país y que el gobierno debe ser para todos y no sólo para una parte.
La Cuarta Transformación no sólo es Andrés Manuel y Morena, somos todos los mexicanos hayamos votado o no por él.
A un año de la gran victoria espero un gobierno que fomente la unidad, el derecho a disentir y la apertura de propuestas y los diversos ámbitos donde se generen, así como la responsabilidad que ahora enfrenta como lo que es: gobierno; y una sociedad que logre asumir su papel digna y constructivamente. Roles que lograrán hacer las ilusiones realidades en tiempos de Cuarta Transformación.