Twitter: @IsaidMera
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Hoy se cumple un año de la histórica elección en la que López Obrador barrió al PRI, PAN y PRD. Hace un año la gente salió a las calles a celebrar no sólo el triunfo del entonces candidato de Morena, celebró también el viejo anhelo de una elección limpia, celebró el regreso de la esperanza de un país mejor.
A un año algunos quieren hacer creer que el presidente ha llevado el país a la quiebra y al desastre. Mienten. Y ellos saben que mienten.
Pero algo ha hecho el triunfo de López Obrador en ese sector que se sentía cómodo en el país ‘de antes’. Ya no se sienten cómodos en un país que, hay que decirlo, hoy es muy igual al otro.
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Se dieron cuenta que la corrupción ha sido el gran lastre de nuestro México en diversos sectores, como el económico, y tienen la lupa puesta en el actual Gobierno. ¡Qué bueno! Porque así debe ser.
Han abierto los ojos y notado la terrible violencia que fractura día a día nuestro pueblo. La lamentan, fustigan, y se han unido al reclamo de un país con paz. Y lo celebro.
Les preocupan las decisiones en política exterior, migración, ejecución del gasto, energía, programas sociales, etc. Se aplaude, porque tendremos mejores gobiernos en la medida de que cada vez más mexicanos nos informemos, opinemos, levantemos la voz y cuestionemos.
También han salido a la pasarela a exhibir sus falencias argumentativas en el papel de oposición, que a muchos les ha quedado no grande, sino gigante.
Acostumbrados a defender lo indefendible con retórica de alcurnia pero sin sustancia, o cómodos poniéndose las gafas negras para no ver la realidad, hoy han mostrado también su odio, racismo, o actitudes rupestres.
Y los otros también. Los nuevos defensores del Gobierno que –oposición dixit- ‘maromean’ para defender a López Obrador sin miedo a caer en el absurdo o el ridículo. Y la realidad retrata y también muchos de ese lado han salido en la foto.
En ambos casos se fortalece la democracia, porque en las opiniones o análisis, escritos y hablados, los tuits, o hasta pláticas de bar, lo sensato es lo que flota en este mar de la comentocracia que todos practicamos.
Hoy, a un año, somos una sociedad más participativa, más enterada, más indignada, que cuestiona más.
Ya no sólo es burlarse del presidente porque dijo algo mal, se le cayó algo, o lo dejaron con la mano estirada, es cuestionar al mandatario porque no hay gasolina, porque no hay estancias infantiles o medicinas, porque no para la violencia, porque militariza al país, porque quiere llevar a consulta derechos humanos, porque se aferra a una refinería o un aeropuerto en Santa Lucía, o porque su austeridad ha sido mal empleada varias veces.
Y seguro tú lo has notado. En tu círculo, familiares, amigos y amigas que son más participativos desde su trinchera en los temas que nos importan a todos. Y eso siempre sumará.
El triunfo de López Obrador también significó una sacudida a un sistema podrido por la violencia que nunca pudo combatir con eficacia, por la corrupción, el influyentismo, y hasta el elitismo y el valemadrismo.
Un sistema que en los últimos sexenios tuvo como bandera la economía, pero que sólo mantuvo a este país, y no lo pudo llevar al siguiente nivel en cuanto a crecimiento económico, distribución del ingreso, o combate a la pobreza.
Y era evidente que ese sistema necesitaba ser sacudido. Como dicen los españoles: “Ya era hora de mover el cóctel”.
Sí, sólo por lo antes escrito tenía que ganar Andrés Manuel.
Ahora viene la otra parte. Ganaron por un brutal 53% y la aprobación al presidente –y por ende del Gobierno- aún es alta. Pero las lunas de miel no duran para siempre y vendrán los tiempos en los que la famosa cuatroté debe dar resultados.
Sería quizá injusto hacer una evaluación de este Gobierno que tiene apenas seis meses, pero en lo general ha sido mediocre.
El pasado se quedó atrás de ese 1 de julio de 2018, ya repartir culpas o tener otros datos no sirve de nada, y deberían entender que justo por ese pasado es que ganaron la elección de la forma arrolladora en que lo hicieron.
Claro, la tarea no es sencilla, pero ellos la pidieron y prometieron solucionar.
Aquel domingo la gente no fue sólo a cruzar la boleta electoral, fue a exigir –no pedir- un Gobierno sin impunidad, que combata la corrupción, que luche (y no lucre) con la terrible pobreza, que atienda a los olvidados de siempre para tener un país más justo, que vaya contra el crimen, que solucione de raíz las causas de la atroz violencia de nuestras ciudades, que el crecimiento económico sea mayor, que haya empleo y bien pagado, por mencionar algunos puntos.
La Puerta Grande: La prensa ha sido de los grandes agraviados en estos seis meses y por diversos frentes. Les encantan los paleros en Palacio. Jesús prefiere a los discípulos.