Twitter: @ana__islas
María Isabel es una mujer que no pasa desapercibida, camina a paso lento pero muy firme, en su rostro refleja cansancio y en su mirada tristeza y una culpa que no es suya pero que la ha acompañado desde que tiene memoria.
Estuvo casada hace 26 años. Ahora tiene 58 años y quiere recobrar su identidad y su voz, esa que estuvo silenciada durante los 18 años que duró un matrimonio plagado de violencia.
María Isabel conoció a su primer y único amor cuando tenía 12 años, él tenía 23. Transcurrían los primeros años de la década de los setenta en el barrio La Paz, en el municipio de Rionegro en Antioquia, Colombia.
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Ella era una muchacha soñadora, hija de una familia acomodada y con siete hermanos… él, un joven galante, líder, hijo del vigilante del barrio y con seis hermanos. En el instante que la vio supo que quería que ella fuera la madre de sus hijos.
Desde que eran novios habían situaciones que no le gustaban a María Isabel: él era mujeriego, desaparecía por días incluso por meses, pero siempre que volvía -sin aclararle donde había estado- ella lo recibía con los brazos abiertos y él recompensaba esa incondicionalidad con regalos.
Así nació una relación de secretos y preguntas que no se podían hacer y cuando se hacían, recibía un: “no entiendes de eso, mujer”.
Ella era ingenua… él, muy despierto, demasiado. Tras años de terapia, lejos de ese matrimonio que terminó de manera dramática, María Isabel entendió que su relación estuvo plagada de manipulación y abuso que inició con un duro golpe que nunca asimiló hasta mucho tiempo después: su novio la violó cuando ella tenía 14 años.
Fue necesario escarbar en su memoria acompañada de psicólogos para darse cuenta de que lo que ella había vivido como un momento de intimidad, fue una violación a la que siguió un aborto obligado.
Pero en ese momento María Isabel no dejó a su novio, sentía culpa de haber tenido relaciones sexuales siendo una hija de familia católica, no era consciente del tipo de relación que estaba construyendo. Estaba enamorada.
Escapó con su novio a otra ciudad. Ella tenía 15 años. Se casaron en 1976 por la iglesia, ella tuvo su primer hijo a los 16 años, tras un duro comienzo y con algunos incidentes que su marido tuvo con la justicia, a partir de 1978 y durante la siguiente década la situación económica de su familia cambió drásticamente: dinero, lujos, viajes y de la mano con eso, la creciente distancia e infidelidad de su marido.
Pero él siempre regresaba a la madre de sus dos hijos y repetía la dosis:
“No te preocupes que todo va a salir muy bien, mi único objetivo en la vida es verlos a ustedes bien… no te preocupes mi amor, que todo va a cambiar”.
María Isabel se refugió en el arte. Fue un matrimonio en donde los negocios del marido no se mezclan con la vida familiar, hasta que llegó un punto de no retorno y tuvieron que separarse abruptamente. Él murió menos de tres meses después, ella tuvo que saldar las deudas -de todo tipo- que los negocios de su marido le dejaron y encontrar una nueva vida con un fantasma que la persigue a donde vaya, aunque se haya cambiado de nombre.
Años de terapia hicieron ver a María Isabel que su marido la aisló de la realidad exterior y se convirtió en su única referencia del mundo, manipulando su entendimiento y alimentando el miedo que tenía de enfrentarlo. No se ha vuelto a enamorar, el miedo de volver a sufrir es mayor y ha optado por contar su historia para que no se repita.
¿Mencioné que su esposo era Pablo Escobar Gaviria?