Twitter: @CLopezKramsky 

La escena es desgarradora: María Isela Valdez Chaires, víctima indirecta de desaparición se aproxima al templete donde el presidente, Andrés Manuel López Obrador; la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño; el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas Rodríguez; la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, Karla Quintana Osuna, entre otros, presenciaron el informe de trabajo al Sistema Nacional de Búsqueda y, de inmediato, se arrodilló frente al presidente para implorarle ayuda y protección:

“Tengo mucho miedo, pero tengo que buscar a mi hijo”.

Dice con voz entrecortada mientras el presidente firma de recibido un escrito.

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Durante un minuto, la madre desesperada permanece arrodillada frente al presidente sin que él la ayude a incorporarse; los demás observan la escena sin tomar la iniciativa para ayudarla a ponerse de pie. Por su parte, la secretaria de Gobernación y su subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, intercambian palabras en una plática que les permite desviar la mirada.

El resto, atónitos, con gesto adusto, la mirada pérdida y con un semblante que revela su incomodidad por no saber qué hacer, dejan que el tiempo corrija las cosas. Nadie se mueve para ayudarla y le permiten estar arrodillada, suplicando, por casi un minuto.

Ese minuto es revelador pues refleja muy bien lo que ha sucedido con las víctimas en este país en los últimos tres sexenios.

En las administraciones de los presidentes Calderón, Peña Nieto y en esta de López Obrador, la constante es la misma: las víctimas están solas y tienen que rogar a las autoridades para que realicen el trabajo que están obligadas a hacer. Y no se trata de un asunto de preferencias políticas, pues la derecha, el centro y hoy la izquierda, han terminado en lo mismo, promesas incumplidas y una cada vez más larga lista de víctimas de delitos y de violaciones a derechos humanos.

Fuente: debate.com.mx

En esta ocasión, el presidente se comprometió a reunirse con las víctimas indirectas de desaparición cada tres meses para revisar el avance de las investigaciones, lo que, de entrada, es loable y permite contar con una leve esperanza de que, al fin, el aparato gubernamental dejará de autoparalizarse con controles burocráticos; pero promesas ha habido muchas en la última década y los resultados han sido muy pocos.

Hay dos grandes pendientes en materia de victimización y estos no se resuelven con reuniones trimestrales con el presidente: por una parte está la enorme deuda con las víctimas de delitos y violaciones a derechos humanos que se han acumulado en los últimos trece años, las cuales, a pesar de existir una Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas federal y comisiones estatales, siguen batallando contra el Estado, contra la delincuencia, contra su falta de recursos económicos y contra la indolencia y el olvido, para obtener lo que por derecho les corresponde: atención, justicia y reparación integral. Por otro lado, el Estado tiene una gigantesca culpa en esta crisis humanitaria por no evitar la victimización; aquí hay que ser claros, no se frenará la victimización si no se cambian las condiciones estructurales que permiten la reproducción descontrolada de los delitos.

Solo en materia de homicidio, el primer semestre del presidente López Obrador ya es el más violento de la historia reciente, con un saldo de 17,500 víctimas de homicidio doloso y feminicidio; en materia de desaparición estamos aún peor, pues ni siquiera existen cifras confiables sobre cuántas personas han sido víctimas de desaparición forzada o cometida por particulares, pero lo que es cierto es que los delitos se siguen cometiendo a tasas cada vez más elevadas y ello solamente reproduce el número de víctimas que batallarán contra el Estado para obtener justicia. Todo esto no se resuelve con reuniones trimestrales y, por ello, la escena de la madre de un desaparecido, de rodillas, implorando al presidente, y que éste no le ayudara a levantarse hasta después de un minuto, describe perfectamente lo que sucede en el país.