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Desde que uno comienza a estudiar, nos damos cuenta que el mundo se ha caracterizado por presentar un sin número de enfrentamientos entre diversas tribus, países, regiones, etc., para aumentar su poderío a nivel regional o mundial.
Notablemente, en la Primera Guerra Mundial aunque el pretexto fue el asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando, al interior, Alemania le estaba ganando terreno económico a Inglaterra, además de que los germanos querían expandir su territorio, Francia quería recuperar el territorio perdido de Alsacia-Lorena y varios países no estaban insatisfechos de no haber podido adquirir colonias. Su solución fue entrar en guerra.
En la Segunda Guerra Mundial, una causa principal fue el Tratado de Versalles en donde Alemania aceptó su derrota bajo términos abusivos donde no podía volver a militarse al quedar estrictamente prohibidas tanto la inversión como las investigaciones en armamento.
Al mismo tiempo, otro factor fue la lucha contra el comunismo que se había expandido tras la crisis económica mundial, lo que favoreció al crecimiento de grupos radicales que propagaban una recuperación de la economía. En otras palabras, al final fue un enfrentamiento para recobrar y ampliar territorios, así como para generar de alguna forma el crecimiento económico que estaba rezagado, así como definir quién iba a dirigir dicho impulso.
Después llegó la Guerra Fría que duró varias décadas, derivada por una cruzada entre el bloque capitalista y el comunista, con intereses además de económicos, se vio definida por una lucha tecnológica militar así como por la búsqueda de mayores recursos. Al final, pareciera que ambos bloques se espantaron que la creación de muchas bombas atómicas podría acabar con el planeta. El ganador, Estados Unidos, fue quien lideró la bandera de apertura económica que se había promovido hasta la llegada de Donald Trump (en gran parte).

Finalmente nos encontramos en la Guerra Comercial de Estados Unidos frente a cualquier país que afecte al primero, aunque en gran parte determinada por las disputas chino-estadounidenses. Casualmente en el momento que la economía estadounidense siente que le están pisando los talones o podría verse superada por el desarrollo de innovaciones tecnológicas (en relación a la comunicación, información y conocimiento) de otras economías, es cuando ha invocado la famosa cláusula 232 de la Ley de Expansión Comercial.
Dicha ley se promulgó en 1962, en donde el presidente John F. Kennedy buscaba liberalizar su economía principalmente con el mercado común europeo para fortalecer y luchar contra los soviéticos, por lo que se agregó una sección (232) en donde se detallaba que habría una imposición de aranceles por motivos de seguridad nacional.
Hay que entender que esa ley fue lanzada en plena Guerra Fría por lo que una forma de evitar que existiera un crecimiento de aliados con la URSS, era imponer aranceles a economías que formaban parte o coqueteaban con el bloque soviético.
De esta manera, actualmente Estados Unidos se refugia en dicha cláusula para aplicar aranceles a cualquier país que considere que afecte su seguridad nacional, como a China hacia una larga lista de productos, México, Canadá, Japón, la Unión Europea entre otros. A diferencia de la guerra fría que fue una guerra económica y tecnológica, en la actual no existen riesgos de que haya una confrotación militar (bueno hasta el momento).
De esta forma, hemos visto una evolución en los conflictos mundiales de pasar de bombazos armamentistas a bombazos políticos para afectar o empequeñecer otros países, que al final tienen el mismo objetivo: volverse potencias.