Twitter: @LuzJaimes
Esa es la puerta donde las mujeres se sientan a esperar. Ella tiene cara de necesitar a un hombre que produce el efecto de droga dura y alucinógena. Los estragos de adicción se ven en su semblante de mujer que vivió mejores épocas.
La puerta es grande y propicia para resguardarse de la lluvia en primavera. Ella lleva ahí más de media hora y abraza su bolso. En él guarda recuerdos de esas épocas intensas. El humo del cigarro, un poco de tristeza y el tacto de una piel.

El umbral es fresco e invita a sentarse. Por eso ella ha estado ahí por más de una hora. Sabe que él siempre llega tarde y que hoy llegará temprano. Piensa que le gustaría saber fumar para hacer más leve y menos pesado el momento. Su cuerpo ansía otro cuerpo. Ella sabe que él también la necesita.
La entrada testifica encuentros y desencuentros. Esta tarde va a presenciar la reunión de la pareja que se juntará para sobrevivir la lluvia y el resto de sus ganas. Ella observa la sombra del hombre con sombrero. Es él. Una sonrisa ansiosa y un puñado de hormonas emanan. Huele a ellos.
Hasta la puerta de acero puede sentirlos. No se tocan para no explotar. Sus labios tiemblan. Ella quiere que él sepa que sus piernas siguen siendo gruesas y él quiere que ella toque su pecho. Saben que su vida va a cambiar y están dispuestos. Otros tiempos, que no eran sus tiempos, los conocieron. Hoy son otros tiempos y les pertenecen.