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Circo de tres pistas

Desde hace varios meses me siento muy inseguro. No debería ocurrir, y menos en ésta, mi ciudad, pero pasa. Quizás es porque en poco más de un año he sido asaltado en tres ocasiones (en toda mi vida sólo me han robado cinco veces). Desafortunadamente no es casualidad, de enero a abril se acumularon 52 mil 683 delitos contra el patrimonio ¿qué incluyen esos delitos? Robo a casa habitación, de vehículos, motocicletas y autopartes. Sí, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública no incluye robo a transeúnte porque seguramente la cifra sería mucho más elevada.

Sin embargo, esos no son los números que más asustan. En el mismo periodo se contabilizaron 464 delitos contra la libertad personal; 26 de ellos fueron secuestros. La numeralia está por demás desactualizada tras el secuestro y asesinato Norberto Ronquillo Hernández, quien después de su rapto, fue estrangulado por sus captores a pesar de haber cobrado la recompensa.


El drama se extendió en todas las esferas, empezando por la universidad donde él estudiaba, y se extendió como virus entre la opinión pública y donde, de nuevo, la sociedad —principalmente las redes sociales— quedó polarizada. Desde aquellos que pidieron la renuncia de la jefa de Gobierno, Claudia Sheimbaun, hasta quienes por reflejo a la devoción de AMLO y Morena salieron a la defensa de la exdelegada de Tlalpan.

El resultado fue una situación árida, ríspida y vizantina que se está convirtiendo en una constante dentro del debate público, especialmente en Twitter. Sin embargo, poco nos preguntamos acerca del cómo llegamos acá y de las probables salidas de un laberinto infinito llamado inseguridad, porque si hay algo que es cierto sobre el tema, es que llevamos años tratando de alejar la delincuencia de la CDMX, aunque, por desgracia, los intentos de los gobiernos izquierdistas durante estos 22 años sólo se han quedado en eso, en intentos.

Si bien durante un breve tiempo la capital transitó un periodo de calma en el sexenio de Marcelo Ebrard, la verdad es que la ciudad no ha logrado salir de este boquete en lo que va del siglo, por el contrario, se agravó con la entrada de los carteles y su disputa frontal por ‘la plaza’. Y si bien la innecesaria y estúpida negación de Miguel Ángel Mancera aumentó el problema, la actual administración no muestra signos de mejoría en esa materia.

El cambio de nombre a la Secretaría de Seguridad Pública y el establecimiento de reglamentos como las fotocívicas, sólo muestran que las intenciones de cambiar esta realidad no van acorde con la ciudadanía, misma que se ha acostumbrado a un sistema jurídico/cívico blandengue, pasivo e incapaz de hacer cumplir el sistema de reglas que se termina convirtiendo en letra muerta.

La terrible situación que le ocurrió a Norberto Ronquillo Hernández nos habla de que la responsabilidad es compartida. No lo queremos aceptar pero así es. Porque la culpa no es sólo de los gobiernos de corte izquierdista que han sido torpes al momento de cuidar a la población; tampoco es de la policía obesa y corrupta que deja ir al criminal por unos pesos sin importar cuan peligroso pueda ser.

La responsabilidad es también nuestra, de la ciudadanía que no hemos sabido exigirle a las autoridades que nos brinden seguridad y garantías sociales dignas de una ciudad como ésta.

Hoy más que nunca debemos aceptar la equivocación y valernos de esta situación para emprender un nuevo rumbo que mejore nuestra seguridad pública porque, si algo nos ha dejado la historia, es que el gobierno no es capaz de hacerlo todo, ni la sociedad puede estar divorciada de sus representantes, mucho menos tratándose de un tema que es para el bien común. Que sea una vuelta de página.

De a tuit

La última película de los X-men representa el cierre más flojo de una saga que durante 20 años nos tuvo pendientes de la vida de los mutantes. A ver qué nos espera ahora que el verdadero villano, Disney, quien se ha convertido en el monstruo omnipotente del cine.