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A principios del año, el primer “golpe” que sufrió México fue la degradación de la calificación crediticia para la pretrolera mexicana, mejor conocida como PEMEX, por parte de la calificadora Fitch Ratings. En primera instancia, el presidente de nuestro país respondió que la instancia no tomó en cuenta el factor corrupción en el que se está trabajando, aunque al mismo tiempo el gobierno mexicano lanzó un plan de rescate financiero para rescatar a PEMEX, que consistía en invertir más en la compañía para elevar la baja producción actual de petróleo y disminuir progresivamente su carga fiscal. Al mismo tiempo, PEMEX dijo que evitaría contratar más deuda y comenzaría a pagar la deuda existente (refinanciamiento). Dicho plan no convenció al mercado financiero (inversionistas, calificadoras, entre otras), por lo que diversas calificadoras adivirtieron en una posible revisión ahora de la deuda soberana mexicana por la fuerte relación con PEMEX, además de la incertidumbre sobre el proyecto del gobierno y el desempeño económico del país.
En el primer trimestre del año, México presentó un débil crecimiento económico, se alertó sobre los riesgos de que Estados Unidos decida cambiar su política comercial con nuestro país, así como lo ha hecho con otras economías. Finalmente, se esperaba que la inflación, la cual se encuentra por arriba del límite superior del objetivo de Banxico del 3%, se encuentre sesgada al alza.

A principios de marzo, S&P Global Ratings deja sin cambio la nota soberana pero revisa su perspectiva a negativa desde estable ante la cautela derivado del cambio de la participación de la iniciativa privada hacia la pública en el sector energético (Pemex) y las posibles presiones en las finanzas públicas (el gasto del gobierno). Al mismo tiempo, S&P revisa también la perspectiva de PEMEX como consecuencia de la revisión a la respectiva del soberano. Por último, dicha calificadora revisa de igual forma, la perspectiva de diversas instituciones financieras y de seguros de nuestro país.
En mayo, Pemex da a conocer el plan de refinanciamiento de su deuda, cuatro meses después de la primera exhortación en el año. Acumulamos cinco meses de advertencias, de difusión de datos débiles, reducción en el sentimiento económico por parte de los hogares y las empresas y se revisan a la baja las expectativas de crecimiento por parte de los analistas del sector privado, de organismos internacionales y de Banco de México. El Gobierno Federal mantiene discurso que la economía va bien, y que los demás están siendo pesimistas ya que no han tomado en cuenta las acciones que está realizado el gobierno para erradicar la corrupción e impulsar el crecimiento de nuestro país.
En este panorama, el peso mexicano presentaba volatilidad pero acumulaba una importante apreciación, ante la posibilidad de que se ratificara el nuevo T-MEC lo que benficiaría la inversión hacia México, el aumento del empleo, ingresos, etc. Además, la economía mexicana podría verse favorecida por la guerra comercial que enfrenta China con Estados Unidos, al estar “en paz” con este último.
Finalmente, a pesar de que México y Canadá lograron erradicar los aranceles al aluminio y el acero impuestos por Estados Unidos, a finales del mes pasado el Gobierno estadounidense sorpendió al avisar que impondría aranceles a todos los productos de origen mexicano a causa de la falta de trabajo del gobierno de México para impedir la inmigración a Estados Unidos. El peso frente al dólar estadounidense se hundió. Para evitar que las exportaciones mexicanas se vieran afectadas, iniciaron conversaciones en Washington entre ambos gobiernos, sin embargo, al parecer no se logró nada. Horas más tarde, Fitch Ratings degradó la calificación para México y poco después Moody’s modificó su perspectiva, ambas argumentaron que fue resultado de una menor confianza por parte de los inversionistas, así como un debilitamiento en las perspectivas económicas para nuestro país en el mediano plazo, afectadas, entre otros factores, por la política energética que ha estado implementado el Gobierno Federal y el deterioro del perfil crediticio de Pemex. La paridad del peso respecto al dólar empeora.
Sin sorprender, la reacción de la administración gubernamental fue una vez más de que las calificadoras están equivocadas y que todo va bien, enfatizando en el combate a la corrupción. Se entiende, que el presidente de México quiera decir que en primera instancia su gobierno no ha sido el culpable de que se llegue a esto, al estar heredando una administración con desbalances en Pemex. Sin embargo, los cambios en la calificación también fueron resultado de las “perspectivas” económicas; un ejemplo claro es el comportamiento del Indicador de Confianza del Consumidor el cual se deterioró nuevamente en mayo, o el Índice Mexicano de Confianza Económica el cual continuó enfriándose, estos indicadores reflejan la perspectiva o bien la confianza actual y de los próximos seis meses que muestran dos agentes económicos; las familias y las empresas. Otro es tomar en cuenta los factores del ámbito internacional, recordemos que México no es una economía aislada sino que mantiene relaciones comerciales con otros países, siendo Estados Unidos uno de los más importantes, por lo que si hay altibajos en dichas relaciones es más que posible que se vean distorsiones en el desempeño de la economía mexicana. O bien, simplemente observemos los datos económicos que ha estado arrojando México, no me digan que van “muy bien”.
Ahora bien, ¿qué significa que haya un cambio en la calificación de México?
Recordemos que un Gobierno por lo general se financia a través de los impuestos (IVA, ISR, IEPS,..), préstamos (deuda a través de la emisiones de papeles en el mercado nacional e internacional, con lo que el gobierno se compromete a pagar dichos recursos en un tiempo establecido más un premio*), u otras transferencias (ingresos del petróleo, remanentes de Banco de México …). Con estos recursos el Gobierno tiene gastos corrientes más otros gastos que sirven para apoyar a la economía (inversión en tecnología, educación, etc.).
En este caso, al revisar la calificación de la deuda mexicana, torna los papeles* mencionados anteriormente más caros, por lo que el Gobierno pagará todavía más de lo que tenía previsto (gasto programable) o en el caso de querer refinanciarla, será más difícil llevarla a cabo. Si a esto le añadimos que la actual administración quiere ser el principal inversor en el sector energético y además, apoya en gran parte las transferencias de dinero para apoyar las familias, el Gobierno deberá de recortar algunos “gastitos” en otros sectores (¿se acuerdan los recortes en las becas de los estudiantes de medicina?, ya conocen varios recortes, así que no los mencionaré todos), para mantener sanas las finanzas públicas. Al mismo, con la degradación de la calificación, o bien con una menor confianza en prestarle al Gobierno Federal, es probable que haya una reducción en la inversión privada y en los “préstamos al Gobierno”, lo que por ende limitaría el crecimiento económico de nuestro país, provocando que sea el Gobierno quien tenga que compensar estas reducciones de inversión, lo que muy probablemente distorsionarían las finanzas públicas.
Así que querido lector, se nos dijo y se nos volvió a decir que algo andaba mal y que había de estar atento a “todos los elementos” que repercuten en el dinamismo económico nacional, por lo que considero que es mejor poner las manos en el asunto en lugar de estar descalificando a quienes lo advierten.