Twitter: @AlfiePingtajo
Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad (…), ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido (…), ciudad reflexión de la furia, ciudad del fracaso ansiado (…), ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de pluma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna Incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
–Carlos Fuentes
Mientras usted, querido lector, se encuentra leyendo esta columna; estaré caminando por las inmensas calles de la CDMX. Una ciudad que logra desestresarme y recargarme las pilas para soportar la terrible rutina que da vivir en una ciudad tan lenta como Puebla.
Durante los años que habité la CDMX, siempre discutí con mis compañeros de trabajo sobre sus constantes quejas de la CDMX: muchas horas de traslado, mucha gente en metro y metrobús y otras tantas más.
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Si tienen hijos en casa comprendería la necesidad de llegar inmediatamente después del trabajo, pero si gozas de los privilegios de la soltería me resulta absurda la idea de irse a encerrar a casa después de horas del trabajo.
La CDMX debe ser leída para saber cómo habitarla. Y debe vivirse con calma que llevo prisa. La CDMX exige ser caminada o transitada en bicicleta o transportes como metro y metrobús. El clima de la CDMX ya está reflejando la obligación que tienen sus habitantes de modificar sus hábitos y el gobierno generar la básica y necesaria infraestructura.
Aquí un ejemplo de cómo vivir distinto la CDMX: si ya se sabe que la lluvia colapsa a la CDMX, en lugar de encapricharse con irse a encerrar a casa, dense un rato para caminar -sombrilla en mano- bajo el agua, entrar a algún café o alguna cantina, curiosear en alguna librería o tienda de discos, ingresar al cine a ver una película o caminar hacía el teatro más cercano para disfrutar de alguna puesta en escena; diversas opciones para pasar el tiempo mientras baja el tráfico tanto de personas como de autos. Misma lógica que aplicaría en un día cualquiera en una hora pico al salir del trabajo.
El sábado y domingo que en teoría deben tener menos prisa, una buena idea es caminar un rato y posteriormente tomar metro o metrobús para llegar a su destino.
Lo único que necesita un buen citadino es calcular traslados y salir con el tiempo necesario para llegar con calma al lugar deseado.
Si los habitantes de la CDMX, al menos los solteros o parejas sin hijos, dejarán de usar constantemente el coche y optarán por otros medios; además de que bajarían los índices de contaminación, aprenderían a disfrutar y valorar el gran tesoro que tienen por ciudad.
Inclusive a restaurantes y tiendas les va bien la peatonalización y como claro ejemplo está la calle Madero, que es un caso tremendo de éxito. ¿Se imagina que bello sería que el 80% de los carriles de Reforma estuvieran peatonalizados de Auditorio Nacional a la Avenida Juárez? Estoy seguro de que proliferarían los cafés, las librerías, las tiendas departamentales, las cantinas y restaurantes.
Créame, querido lector, si usted aprende a leer y dialogar con su ciudad será más feliz en su día a día.
Si en lugar de encerrarse sigue mis consejos, cada noche que llegue a casa lo hará más relajado y con más experiencias positivas, de igual forma podrá conciliar el sueño con mayor facilidad. Y sí, también logrará escaparse o esconderse de dos amigas que rondan a los habitantes de la CDMX: la ansiedad y la depresión.
¿Aún tiene dudas de lo que digo y necesita más pretextos para enamorarse de la CDMX?, los invito a que lean los dos tomos de La ciudad oculta de Héctor de Mauleón, piérdanse en novelas como: La región más transparente de Carlos Fuentes, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, Hipsteria de Ricardo Garza o Y retiemble en sus centros la tierra de Gonzalo Celorio.