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En medio del caos que derivo la invasión a Iraq (2003-2011) y las heridas abiertas que dejó la guerra de Afganistán, muchos de los Estados de la región carecieron de la fuerza y la pericia para erguirse y gobernar o simplemente mantenerse en pie en medio de las crisis económicas, insurgencias sociales y diferencias étnicas; la llamada Primavera Árabe (2011) se esparciría como pólvora a lo largo y ancho del islam, teniendo efectos progresistas en pocos países e inundando de conflictos altamente violentos pero de bajo perfil mediático Yemen, Siria, Egipto e Iraq principalmente.

En medio de aquel escenario -aquí burdamente descrito- surgió el Estado Islámico (ISIS), siendo el primer ejemplo de una fuerza extremista que desarrolla la capacidad militar para hacer frente a múltiples ejércitos regulares, cobrar impuestos, hacer campañas de reclutamiento, así como defender sus recién fundadas fronteras y ciudades en amplios y diversos frentes.

Fuente: Washington Post

No lograron tal expansión territorial librando una guerra a la vez, en cada frente había un enemigo distinto, el ejército de Siria, los ejércitos kurdos (que a menudo presentaban beligerancias entre ellos) y el propio ejército de Iraq, hasta que en 2016 el imperio que se forjó a fuerza de violencia, habilidades militares y malversaciones religiosas comenzó a contar derrotas y a efectuar repliegues.

Baguz fue el sello de la derrota militar de ISIS, sin embargo, el movimiento terrorista ha sido orillado a un callejón sin salida, en el que la extrema violencia, su vehículo para restaurar el antiguo califato, ya no será ejercida abiertamente en el frente, sino por sus células compuestas por grupos de reclutas provenientes de 54 países que han jurado lealtad al Califato.

Estas células son de difícil rastreo, ausentes de estructura y presentando pasaportes variados, pudiendo actuar ya sea en coordinación con otras células o unilateralmente, como sucedió en los atentados terroristas de París (2015), Manchester (2017) o en el pasado domingo de pascua en Sri Lanka, por citar casos de alto relieve mediático –aclaro que a pesar de que ISIS se atribuyó la autoría de los atentados en Sri Lanka, no hay comunicados oficiales, ni se han publicado informes de inteligencia que así lo confirmen-.

Abu Bakr al-Baghdadi, líder autonombrado del Estado Islámico, reapareció después de haber permanecido oculto por 5 años en un video propagandístico de 18 minutos -filtrado en medios internacionales el pasado 28 de abril-, en el que solicitó a sus seguidores permanecer en la lucha armada tras reconocer la derrota de Baguz. ISIS requiere replantear el movimiento que comenzó 10 años atrás, los líderes se saben debilitados y al borde de la extinción, obligados a replegarse y operar en el norte de África, principalmente en el triángulo compuesto por Somalia, Mali y Argelia, condenados a pasar cada noche en un lugar distinto.

Tras la expulsión de ISIS en Siria, el fuego de la restauración del Califato Islámico se extinguió, sin embargo, el mundo ha visto más en la historia de lo que ha podido comprender, los sofisticados tentáculos de Al-Qaeda en los primeros años de este siglo nunca requirieron de una fuerza militar como la que desplegó ISIS para representar una amenaza real para el mundo, el terrorismo volverá a ser lo que era antes del Estado Islámico, un riesgo global y latente de atentados brutales interconectados o no, con la finalidad de comunicar ideas radicales, desestabilizar a través del miedo y ganar puntos de apoyo.