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¡Alguien tiene que hacer algo! Es el reclamo del reverendo Toller (Ethan Hawke) en la más reciente cinta de Paul Schrader: First Reformed (2017). Simple es el llamado, como simple -y necesario- es quejarse y lamentarse. Pero detrás del enunciado hay razones más complejas y fuera de nuestro alcance. Las cosas deben cambiar. ¿No hay nadie dispuesto a hacerlo? Entonces debo hacer algo, pero ¿en qué medida las acciones de un individuo tienen efecto en las problemáticas de largo alcance?

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Estas preguntas pueden razonar con muchas de las situaciones que vivimos. Es el tiempo de las noticias por segundo, es el tiempo de los efectos que se resguardaban para el futuro, es el tiempo en el que el “no puedo respirar” tomó su manifestación más literal. Son tiempos difíciles y para Schrader las situaciones serias requieren filmes serios. Para el guionista de Taxi Driver siempre “habrá una audiencia seria que lo agradezca”.

A la luz de los eventos de las últimas semanas (¿o meses o años?), la cinta de este septuagenario solo se reafirma, para mí, como una pieza excelsa de cine. Pero, sin duda, lo que más me atrae de esta película es la capacidad de una historia contemplativa, oscura y fatalista para resonar con una persona joven.


Ernest Toller, el protagonista, atraviesa una crisis espiritual. Este pastor evangélico pasa por un momento en el que todo en lo que creyó y predicó parece inútil y minúsculo ante el mundo. El personaje de Hawke carga con sus culpas, se aborrece. Esas verdades comenzarán a adquirir otras dimensiones con la llegada de Michael (Philip Ettinger), un joven ambientalista radical y Mary (Amanda Seyfried), su devota y embarazada esposa.

“Sé que nada puede cambiar y sé que no hay esperanza” es parte del monólogo interior de Toller.

Es el reflejo del fatalismo del hombre y de cierto legado cinematográfico. Schrader toma como inspiración a Ingmar Bergman que lo hizo lo propio en Luz de invierno (1963) y a su predilecto Bresson en Diario de un cura rural (1951).

No hay duda de que First Reformed es un relato pesimista, como lo es el mundo en el que vivimos. Y aún así hay algo que nos impulsa a levantarnos. Algunas veces esa motivación es más tangible, como las necesidades del día a día o las obligaciones por cumplir. En otras ocasiones se trata de un sentir más extremo, como la cinta lo ilustra.

Pero ante el panorama desolador, Schrader plantea una pizca de luz. Incluso en medio del peor escenario parece haber un momento de confort, de encuentro y solidaridad. ¡Qué familiar para los jóvenes es esa sensación! Juzgar si es suficiente, si es real o si alcanza, le corresponde al espectador.


Pero como ustedes saben y entienden, la vida no puede ser seriedad en todo momento. La situación nos exige estar alerta, atentos y activos, pero esto mismo nos pide un respiro. Olvidarnos por un momento de la realidad que nos consume. El mismo Schrader pasa sus descansos en Facebook escribiendo, atinado o no, sobre la industria, el futuro y sobre lo maravillosa que es Taylor Swift. ¿Habrá algo más millennial?