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La música, como el arte, es un enorme detonador de emociones. A lo largo de la historia ha servido como una herramienta de expresión política en todo lugar donde existe una sociedad organizada, con valores, ideales y conceptos representados por una tradición musical. La letra, la armonía y/o el ritmo de una melodía, nos predisponen a estados sentimentales que tienen mucha influencia en nuestras acciones. Asimismo, ésta tiene un fuerte carácter social en el que la práctica, la censura, la promoción y la preferencia hacia la misma, ha mostrado patrones de comportamiento social.
Existen esas melodías que tiene un trasfondo político explícito u oculto, desde los himnos y las óperas nacionales, hasta los narcocorridos.
La música, como un instrumento político, tiene diferentes vertientes. Por una parte, contamos con aquella que es revolucionaria, que se atreve a desafiar esquemas y paradigmas no sólo sociales, sino políticos. Por otro lado, también existen esas melodías que tiene un trasfondo político explícito u oculto, desde los himnos y las óperas nacionales, hasta los narcocorridos.
Las primeras, son canciones que se vuelven himnos en búsqueda de un cambio y que generan conciencia, e inclusive llegan a ser prohibidas y censuradas.
No por nada, Another brick in the wall de Pink Floyd, se ha convertido en un canto de protesta sobre una sociedad que tiende a la utopía y en la que las personas se pierden así mismas. Se habla de la “educación” como un esfuerzo de dominar el pensamiento humano e imponer ciertos ideales. Otra muestra de ello es la canción de Bob Dylan, The times are changing, la cual reflejaba la división política propia de la cultura americana en los sesentas.

En el caso de las segundas, hay un incontable número de ejemplos que confirman la relación entre la música y la vulneración de la democracia, las libertades y los derechos humanos, al mismo tiempo que entonan un sentimiento de nacionalismo. De hecho, en el caso latinoamericano, muchas de sus bandas emblemáticas se caracterizan por interpretar canciones que hacen una radiografía panorámica de las condiciones que se viven en sus respectivos países, tal como Soda Estéreo, Café Tacvba, Molotov, etcétera.
Pero también, los políticos han sabido utilizar este arte para su beneficio. Los anuncios electorales han sido uno de los campos en los que la música ha desplegado toda su efectividad. Por poner un ejemplo, Barack Obama recurrió a la canción de U2 City of blinding lights para hacerla su tema de campaña. La canción, que fue compuesta en homenaje a la ciudad de Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, era la forma en la que el ahora expresidente declaraba su intención de que su administración marcara una reconstrucción de Estados Unidos, dejando atrás su obscuro pasado.

Finalmente, muchas veces consideramos a la música como un mero pasatiempo o, en el mejor de los casos, un elemento de expresión artística. Sin embargo, es mucho más. La música, como la cultura, es una herramienta de transformación y funciona como facilitadora de la enunciación de movimientos sociales, en momentos significativos de la humanidad.
“La música está en todas partes, pero nunca ocupa el mismo lugar.”
