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Parece que fue ayer. En febrero la inflación regresó, luego de más de dos años, al rango objetivo del Banco de México de 3 por ciento +/- un punto porcentual. El indicador marcó 3.94%.
Aquí y allá se celebró el dato. Incluso, hubo quienes comenzaron a decir que era momento de que el Banco Central redujera la tasa de interés, actualmente en el máximo histórico de 8.25%, pues las condiciones se prestaban, y además podría eso darle un empujoncito a la economía mexicana (una tasa más baja impulsa el crédito y el consumo, lo que le da mayor dinamismo a una economía).
Llegó marzo y la inflación se ubicó de panzazo en el rango, al quedar en 4% anual.
Aunque estaba en el techo del objetivo del Banco Central, seguían las opiniones que apuntaban a que el Banco de México podría en este mismo año bajar la tasa referencial.
Incluso en la junta de política monetaria de marzo, en la que se decidió mantener la tasa en 8.25%, el subgobernador Gerardo Esquivel discrepó del tono del comunicado, al señalar que la evolución reciente de los diversos indicadores de inflación en México, así como los cambios de política anunciados por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, “abrían el espacio para emitir un comunicado con un tono más neutral”.
“Considero que los riesgos a la baja en la inflación derivados tanto de una perspectiva de condiciones de mayor holgura en la economía mexicana como de una previsible desaceleración económica mundial, son suficientemente elevados como para compensar los potenciales riesgos al alza que se identifican en el documento”, señaló Esquivel, de acuerdo con las minutas del organismo.
Pero llegó abril. La inflación no sólo se salió del rango del Banxico, sino que se fue hasta el 4.4 por ciento, impulsada por el alza en productos como el pollo, el aguacate, la cebolla y los servicios turísticos, de transporte aéreo y de hoteles (esto por el efecto de la Semana Santa).
También influyó la menor ponderación (es decir menor peso) que tienen las tarifas eléctricas en el Índice Nacional de Precios al Consumidor debido al cambio de base que hizo el Inegi el año pasado. Por tanto, a pesar de la baja en las tarifas de más de 12%, su impacto no fue tan significativo en el indicador.
No es para alarmarse el actual nivel de inflación. Está por debajo, por ejemplo, del 6.7% que tuvimos en diciembre de 2017 y ni qué decir de los máximos históricos que se alcanzaron en las épocas negras de la economía mexicana del siglo pasado.
Lo que sí hay que considerar es que el debate ya no sólo debe basarse en cuándo el Banco Central bajará la tasa de interés, sino cuándo la inflación regresará al rango objetivo.
Las expectativas son que la inflación cierre 2019 dentro del rango objetivo del Banco de México.
En la más reciente encuesta del Banco Central con especialistas, la media se ubicó en 3.60 por ciento para diciembre. Aunque cuando se realizó dicha encuesta aún no se conocía el dato de inflación de la segunda quincena de abril, y por ende tampoco la del mes completo. Será interesante ver en la siguiente encuesta cómo se ajustan las previsiones.
En tanto, este 16 de mayo el Banco de México tendrá reunión de política monetaria. Está cantado que la tasa no se moverá del 8.25%, sin embargo los ojos estarán puestos en los comentarios que haga sobre la inflación y sus pronósticos.
El 4.4% de abril sorprendió a varios (incluido éste que escribe). Parecía que la inflación era un tema ya de segundo plano en momentos en que la discusión económica se centraba en asuntos como los pronósticos del PIB a la baja, la situación de Pemex y la austeridad del Gobierno.
Pero no, la inflación está de vuelta en el primer plano. Habrá que pensar, y discutir sobre ella.
La Puerta Grande: El 29 de mayo el Banco de México dará sus nuevos pronósticos para el PIB de 2019. ¿Vendrá otro recorte en la previsión? ¡Ay nanita!