Twitter: @HigueraB 

“Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro”.

Albert Camus 

Cada vez que miro a los periodistas que asisten a las conferencias de prensa que casi a diario se realizan en Palacio Nacional me pregunto si de verdad se encuentran ahí, si ponen atención o chatean en sus smartphones o si ya que tienen el dato que les interesa, la nota, solo están sentados tecleando en la apantalla táctil mientras el presidente sigue hablando de los temas que marcarán la agenda de ese día y quizá de los siguientes.

No puedo evitar acordarme de lo que Alejandro Pisanty nos dijo a un grupo de profesores hace unos años, sobre la lógica del manejo de datos provenientes de internet:

“Google te da tres millones de resultados en una búsqueda, si no tienes filtros y sabes exactamente qué buscas es lo mismo que no tener nada”.

Y es que eso es lo que me parece que sucede cuando un funcionario del nivel y tipo que sea se la pasa hablando un promedio de dos horas sobre una enorme cantidad de temas, invitando a altos funcionarios para que la hagan de floreros al estar sentados sin hablar de nada y escuchando al mandamás hablar en su lugar. Nadie o casi nadie pone atención todo el tiempo y escucha tantas palabras sin bostezar o distraerse.

Si extrapolamos este fenómeno a una escala mayor, la del funcionamiento del presente gobierno federal y no sólo de su presidente, nos podremos dar cuenta de que no hay mucha diferencia. Los datos, declaraciones y diatribas del presidente están por todos lados, recogidos hasta por los medios que se supone son sus adversarios o contrarios y nos llenan de lo que dice, hecho resonar por todos lados al punto que dejamos de oír y percibir. ¿Y si ese fuera el objetivo de esta forma de comunicar?


¿Y si transparentar todo de tal forma que se convierta en una cascada imparable de datos y citas iguales en todas partes no contribuye a la transparencia verdadera sino a la opacidad, tal y como puede ocurrir en una búsqueda en internet?

Pensemos un caso, para ejemplificarlo con claridad. Varios medios de información dieron a conocer que la compra de cientos de pipas que se decidió como parte de la estrategia para combatir el huachicoleo, para evitar otra crisis de distribución de gasolina como la que vivimos en enero, no había sido hecha por Pemex, sino por una filial de la petrolera estatal mexicana.

Esto es grave porque de acuerdo con expertos en el tema, se realizó una triangulación que impide rastrear y fiscalizar el uso de los recursos públicos que estaban destinados para la transacción, algo así como 700 millones de dólares, nada más.

Y si a eso sumamos  que de acuerdo con Índice de Riesgo de Corrupción del Sistema Mexicano para Contrataciones Públicas del IMCO, este tipo de acciones son justamente del tipo para las que se creó el modelo de Klitgaard que mide el riesgo de corrupción (Monopolio + Discrecionalidad – Rendición de cuentas).

El silencio lleno de palabras de las mañaneras ya contiene peligros muy claros para el presidente y su cruzada contra la corrupción.

Quizá, como ya pregunté en otros espacios mediáticos, es que nuestro presidente no tiene todos los pelos de la burra en la mano, que su equipo no le está entregando los datos a tiempo o simplemente les gana la novatez y no generan los indicadores que permitan explicar todo, alejando toda sombra de sospecha.

Quizá es que el mismo torrente de palabras de más de dos horas que tiene que pronunciar cada mañana ha dejado al titular del Ejecutivo, como dice la canción de Shakira, “ciego, sordo y mudo” a temas que le pueden hacer daño, pues parece ser que toda la información que le entregan es cristalina y precisa y él no puede ver más allá, tras el esfuerzo que conlleva cada mañanera.

Y es que, si López Obrador quiere establecer una verdadera diferencia con sus antecesores en materia  de transparencia, combate a la corrupción y rendición de cuentas, no puede arriesgarse a salir cada mañana a hablar de decenas de temas, dejando de lado explicaciones puntuales como la que corresponde a la compra de los cientos de pipas que sustentan su lucha contra el robo de hidrocarburos, so pena de que se malentienda y se trasmita una imagen que lo ponga a la altura de Calderón y su estela bicentenaria o Peña Nieto y su casa blanca. Para cumplir una agenda tan vasta y ambiciosa como la que el plantea no se puede permitir ese tipo de riesgos.

Sin embargo, la ciudadanía también tenemos nuestra labor y no la hemos cumplido a cabalidad.

No podemos dejar que una cascada mañanera de datos domine nuestra percepción, en especial si tiene fallos y agujeros.

Nos corresponde leer, leer, leer, escuchar y ver toda la información posible. No caigamos en exageraciones o en posiciones de odio político y mejor ayudemos al presidente y a nosotros mismos haciendo chequeo de datos y no dejando que una sola fuente de información –sea presidencia, un solo periódico o nada más twitter- nos domine. De lo contrario solo seremos otro periodista aburrido que juega en su teléfono y no presta atención, con lo que  haremos más daño que bien al país.