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Sobre la mesa

Hoy se celebra el día del niño, precisamente una fecha dedicada a la comprensión de la niñez y la promoción de sus derechos y un entorno de bienestar. Por eso debemos hacernos dos preguntas: ¿Qué México le estamos dejando a nuestros niños? Y ¿Qué hijos le estamos dejando a nuestro México?

De acuerdo al Coneval, en México hay 20.7 millones de niños y adolescentes que viven en pobreza. Una cifra elevada y debería no sólo preocuparnos, sino ocuparnos, porque es reflejo de que las políticas públicas se quedan cortas y también el trabajo de muchas organizaciones civiles.

Fuente: jornadabc.mx

Pero si el contexto de pobreza es alarmante, lo que sigue también es triste: el entorno laboral. Vale la pena reflexionarlo porque mañana celebraremos el día internacional del trabajo.

En nuestro país hay 2.3 millones de niños y adolescentes (de 5 a 17 años) que trabajan. De estos, el 89% lo hace en ocupaciones no permitidas como apoyo en actividades agrícolas, ganaderas, forestales, de caza o pesca; otros en la minería o la construcción; algunos son comerciantes o empleados de ventas; vendedores ambulantes y hay quienes se dedican a actividades elementales y de apoyo.

Todas las anteriores están prohibidas por la ley, sin embargo, el trabajo infantil es una realidad en nuestro México de 2019. Por si eso no es suficiente, el 89% no recibe ingresos y el 31% apenas alcanza un salario mínimo.

Es un hecho, la sociedad tiene un pendiente con los niños y adolescentes ¿Por qué tienen que trabajar, cuando nuestro país debería ofrecer la oportunidad de que se desarrollen personal y profesionalmente?

Para 111 mil 306 niños y adolescentes asistir a la escuela no es posible porque tienen que hacer trabajo doméstico y otros 915 mil 48 no estudian porque tienen que trabajar.

Hace dos semanas estuve en Ciudad Juárez para conocer el programa de empleabilidad de jóvenes de la Fundación Comunitaria de la Frontera Norte, apoyado por Nacional Monte de Piedad. Se trata de una capacitación en habilidades blandas y competencias técnicas para que los jóvenes accedan a los empleos más especializados y, por tanto, mejor remunerados.

La mayoría de estos jóvenes tienen secundaria o prepa trunca. Con ese nivel de estudio y su contexto social sólo pueden acceder a un puesto operativo en la industria maquiladora. Visitamos un tianguis el jueves 11 de abril, el sueldo más alto ofrecido era de 1 mil 472 semanal, equivalentes a 5 mil 888 con prestaciones de ley y bonos de productividad incluidos.

Fuente: paolarojas.com.mx

De acuerdo con el Colegio de la Frontera Norte, alrededor de 120 mil jóvenes en Ciudad Juárez, entre los 13 y 24 años, no tienen acceso al sistema escolar, ni eventualmente al mercado laboral.

En palabras del coordinador de Programas y Proyectos de la fundación, Javier Gómez Herrera, “hoy en día en la ciudad es más fácil conseguir droga, un arma o delinquir que obtener una beca para estudiar o conseguir un trabajo digno que permita acceder a las necesidades básicas como familia”.

En ese viaje, tuve la oportunidad de platicar con Yesi, una joven de 20 años con un hijo de 2 años. Yesi creció en un orfanato; cuando se embarazó, los encargados de la casa hogar le pusieron de condición dar al niño en adopción para apoyarla a continuar sus estudios. Ella no quiso, se unió con su pareja y ahora está en el programa porque quiere un trabajo digno que le permita darle un mejor futuro a su hijo; además, de que no piensa quedarse como ama de casa.

Esa entrevista me hizo preguntarme ¿Qué estamos haciendo como sociedad para que Yesi logre cumplir sus sueños, para que pueda darle un mejor futuro a su hijo?

Las cifras – que no son de AMLO ni de nadie, son cifras y punto – indican que le estamos dejando a nuestros niños un México con desempleo, inseguridad, bajo nivel educativo, pobreza, bajos salarios… entre muchos otros problemas.

Pero también hay que reflexionar si a nuestro México le estamos dejando hijos con buenos valores, con ganas de superarse y hacer algo por mejorar su entorno. Porque parte de los problemas que tenemos, son producto de una sociedad podrida; sociedad, que nosotros mismos hemos creado desde casa.