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Fue difundido el nuevo informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) y México sigue apareciendo en la lista de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.

Ocupamos el lugar 144 de 180, en la llamada “zona roja” y aunque ya lo hemos comentado en este espacio, no deja de lastimar que sigamos siendo el país más peligroso en el continente americano para la prensa y que, sin ser una nación en guerra, sea la más peligrosa del mundo para la labor.


Y sí, okey, no estamos en guerra, pero tenemos cifras de violencia propias de una nación en esas condiciones y no lo digo yo, así de fuerte y claro lo sentenció la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet cuando nos visitó a finales de marzo: 252 mil 538 muertes violentas desde 2006.

A eso, agregar los 40 mil desaparecidos, 26 mil cuerpos sin identificar y los diez feminicidios que se registran al día en el país.

“Ha sido una sorpresa lo que me he encontrado… no era algo que tuviera así de claro”. dijo Bachelet.

Y entonces uno entiende que en ese contexto de violencia e impunidad el ejercicio de la libertad de prensa quede coartado. Uno lo entiende, pero no lo acepta. Al menos, yo no.

En su informe de este año RSF afirma que tras la campaña presidencial de 2018 marcada por numerosas agresiones a reporteros -entre enero y mayo hubo 45 agresiones a periodistas y cuatro ataques a medios de comunicación- la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, calmó temporalmente la tensión entre gobierno y prensa. RSF dice que la transición política y una leve disminución del número de asesinatos permitió el ligero progreso de México con respecto al ranking del año pasado.

Pero en lo que va de 2019, el número de reporteros asesinados suma seis y el de activistas defensores de derechos humanos asciende a nueve. Si la tendencia sigue al paso que va, podríamos superar la cifra del año pasado. Y sí, apenas vamos en el primer trimestre.

El más violento en la historia del país dicho sea de paso.

Y ¿qué hay de los 790 periodistas y defensores de derechos humanos bajo amenaza de muerte? Al menos ese es el número de los que sabemos están inscritos en el mecanismo de protección de activistas y comunicadores, creado en 2012 para frenar la violencia contra el sector, algo que el gobierno tuvo que reconocer, no ha funcionado.

El mecanismo está bajo diagnóstico para ver las “áreas de oportunidad” tecnológicas. Pero, hay que decirlo, el problema no es solamente técnico sino de confianza de los reporteros hacia las autoridades. Y así, el círculo vicioso crece en espiral y la detección temprana de posibles casos de riesgo quedan en el aire y sin investigar y luego son catalogados como “casos ajenos al ejercicio del periodismo”.

¿Qué está matando a los periodistas en México? ¿La indiferencia ? ¿La colusión de políticos corruptos y miembros del crimen organizado? ¿La impunidad? Todas las anteriores y otras que escapan de mi entendimiento.

Cómo ayuda a terminar con esta violencia el discurso de un presidente que dicta:

“Si ustedes se pasan pues ya saben, ¿no? Lo que sucede, pero no soy yo, es la gente…”

La libertad de prensa y el derecho a estar informado van de la mano, no puede existir una democracia sin esa mancuerna y mientras no entendamos que es obligación de todos salvaguardar esa relación, no sólo veremos crecer el número de plumas y voces silenciadas, sino daremos paso al autoritarismo, la desinformación y la censura y de esa historia… ya sabemos el final