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López Obrador no tiene que demostrar a cada minuto quién manda aquí ni dar manotazos para hacer valer su autoridad. Se sabe que no va a ser un presidente común ni estar de adorno. Lo respaldan 30 millones de votos, el 53% de los que acudieron a las urnas. Lo respalda la mayoría en el Senado y en la Cámara de Diputados. Lo respaldan 19 congresos locales en manos de Morena. Lo respaldan las facultades que le otorga la Constitución.

Puede desplegar todos sus poderes de iniciativa, de nombramiento y de veto. Puede bloquear cualquier proyecto de ley o modificación al mismo. El poder de la bolsa, o sea del dinero, es suyo. No hay oposición política que valga en el Congreso por los próximos tres años.

Por eso pregunto: Por qué una consulta a modo sobre el aeropuerto, si podía cambiar la ley y hacerla como se debe. Por qué la pantomima de la consulta del Tren Maya, el Transítsmico y los 10 programas sociales, cuando ya había anunciado que todos esos proyectos estarían en el presupuesto. Por qué atentar contra el federalismo a través de la figura de los súper-delegados en lugar de transformarlo y reforzarlo.

Por qué defender la Ley “compadre” de Tabasco para entregar proyectos sin licitarlos. Por qué, después de criticar la militarización de la lucha contra la inseguridad, nos receta más de lo mismo con una militarización disfrazada que hoy es presentada bajo el uniforme de una Guardia Nacional que quedará bajo la dirección de ex funcionarios militares.

 

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Caminando al interior de Palacio Nacional con Lázaro Cárdenas Batel

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Por qué anunciar la amnistía de presos políticos entre los cuales se encuentran secuestradores que operaban en Oaxaca. Por qué amnistiar la corrupción del pasado y eliminar las salas anticorrupción del TFJFA. Por qué hacer un “censo del bienestar” con sus operadores políticos en lugar de con el Inegi.

Por qué la intentona de encuadrar dentro de la Secretaría de Economía a la CNH, que es la institución autónoma encargada de las licitaciones que se hacen en el marco de la Reforma Energética, y la cereza del pastel, con la imposición de actores en el cuerpo deliberativo de la CRE, encargada de ejecutar la apertura del sector eléctrico.

 

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En una mano un grillete usado en las Islas Marías y en la otra el decreto que las cancela como prisión

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Por qué poner en riesgo la certidumbre que había logrado México ante los mercados internacionales, causar la baja en la calificación de riesgo país y provocar la devaluación del peso.

Por qué tildar a todo pensamiento disidente de “fifí”. Por qué denostar a las organizaciones sociales que han sido, al menos en alguna medida, responsables de la mayor transparencia y rendición de cuentas, de la defensa de los derechos humanos, de elecciones más equitativas, de impulsar la autonomía de la Fiscalía y de muchas otras causas.

En suma, por qué poner en riesgo la capacidad de operación del Gobierno, por qué la concentración del poder y por qué el desprecio a todas las formas políticas.

La respuesta a todas estas interrogantes es porque puede. No sólo porque tiene el poder y la legitimidad, sino porque, además, los órganos autónomos no se han hecho oír; porque las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación han bajado el volumen; por la pasividad de la mayoría de las organizaciones empresariales. Porque hay una suerte de miedo y respeto o de marasmo frente a quien en unos días asumirá la Presidencia. Quizá porque hay añoranza por el hombre fuerte, por la vuelta al presidente todopoderoso haiga hecho lo que haiga hecho.