Twitter: @IsaidMera 

De perfil 


‘Autoridad moral’ es una de las banderas favoritas del presidente López Obrador.

Honestamente desconozco cuándo repartieron la autoridad moral, dónde se compra o quién la otorga. 

Pero el presidente tiene claro que él mismo se puede otorgar la autoridad moral. Y ¿saben qué? Está bien. Él puede otorgarse los calificativos y títulos que quiera, pues al final son algo subjetivo.

El problema es que algo subjetivo sea el argumento para defender, por ejemplo, que más del 70% de los contratos de este Gobierno se hayan dado por adjudicación directa, y no por licitación, en un severo golpe a la lucha anticorrupción con la que anhela este país.


Para defender la designación de fiscales carnales, ministros de la Corte o comisionados de órganos reguladores, como la CRE. El presidente asegura que sus propuestas son gente honesta, y es fantástico que así considere a sus amigos.

El problema es que este México anhela andar por caminos institucionales y democráticos, y no por unos donde los argumentos sean subjetivos o simples actos de fe: creerle  al presidente que sus designados son honestos y capaces. 

Y no, Andrés, la gente que votó por ti no lo hizo porque confíen en ese término tan etéreo que es la ‘autoridad moral’. La gente que votó por ti lo hizo porque quería un cambio. Un “Cambio verdadero”, ¿te acuerdas?

Un cambio donde las designaciones no se hagan a los amigos o compañeros de lucha de años, sino a gente capaz y de trayectoria destacada que además pase por un correcto y sano escrutinio legislativo (no una simulación), herramienta fundamental para ser el país que queremos.

Un cambio donde la transparencia y los concursos licitatorios limpios sean una constante, tan constante que nos parezca algo normal. Y no la normalidad de hoy en día en donde los mexicanos damos por sentado que en casi todos los contratos hay tranzas. Sospechas que crecen cuando ni concurso hubo.

Un cambio donde el presidente no sólo se pare más temprano que todos y dé una conferencia de prensa diaria. Sino que dé respuestas puntuales a la prensa, y no respuestas chabacanas donde el tema Trump termina en AMLO contándonos que practica béisbol. Y un presidente que acompañe sus declaraciones con hechos.

Quizá el presidente ya está mareado en las alturas de la aprobación, que anda cerca del 80% según la última encuesta de El Financiero, y le da igual la crítica, los cuestionamientos y los reclamos de que no está haciendo el cambio que prometió y con el que convenció a millones de votantes.

No te confundas, Andrés. No te confundas. De cielos más altos han caído los soberbios, y los mentirosos. 

La Puerta Grande: Y encima de todo, sigue prometiendo que creceremos al 2% este año. Madre mía.