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La frontera entre Estados Unidos y México, 3 mil 169 kilómetros de extensión… seis estados mexicanos y cuatro estadounidenses, con el mayor número de cruces legales en el mundo y también ilegales. En pocas palabras, la más transitada del planeta.
Pocas tienen tal nivel de intercambio comercial: el valor de la mercancía que cruza diariamente como parte del intercambio bilateral ronda los mil 700 millones de dólares. Sí, al día. Además 80 por ciento de las exportaciones -no petroleras- de nuestro país a Estados Unidos cruzan por los más de 50 puertos existentes en la frontera.
Y si para México es un punto estratégico, para Estados Unidos es vital.
El intercambio que se realiza a través de ese cruce es fundamental para las cadenas de suministro que respaldan a todos los sectores de su economía. Lo mismo pasan por ahí frutas y ganado que televisores o vehículos recién armados.
No todo es comercio. Súmenle que todos los días cerca de un millón de personas atraviesan la frontera de manera legal por trabajo o escuela y también a las compras o turismo.
Y a eso, multipliquen el flujo migratorio y sus otros rostros: refugiados y solicitantes de asilo.
Un flujo que ha cambiado en la última década: antes se trataba en su mayoría de hombres que viajaban solos… ahora son familias enteras que son desarticuladas al llegar a la frontera con sus eslabones más débiles, los niños, como principales víctimas de la separación.
Y también ha incrementado el número de menores que migra sin compañía de un adulto. O las mujeres que viajan con sus hijos. De 2013 a 2018, 61 mil 567 migrantes centroamericanos menores de once años fueron detenidos en nuestro país al no poder acreditar su estancia legal en el territorio. Una cifra casi 900 por ciento mayor al sexenio anterior.
No solo la composición de la migración mutó, los números han puesto a temblar a autoridades de ambos lados: solo durante el mes de febrero 75 mil inmigrantes fueron arrestados en la frontera, durante marzo se reportaron cien mil detenciones.
El gobierno mexicano también reconoce el incremento en el número de migrantes que de manera mensual ingresan al país para cruzar a Estados Unidos. La cifra pasó de 40 mil a 76 mil.
De seguir la actual tendencia al final de año se alcanzaría el millón de migrantes.
El cierre de la frontera no conviene nadie. Claramente. Y si nosotros lo sabemos, los presidentes, el mexicano y el estadounidense, lo dominan. Pero el tema se ha convertido en la moneda de una negociación en donde las obligaciones entre socios comerciales y los modales de buenos vecinos quedaron rendidos ante intereses políticos.
Solo atiende la urgencia de una campaña electoral ya en marcha por el presidente Trump que busca la reelección para 2020.

Así que, agárrense porque veremos y escucharemos cada vez más ese discurso antiinmigrante que saturó los medios de comunicación y las redes sociales durante la campaña de 2016.
La pregunta es si México debe bailar al son del discurso de Trump que como un día dice una cosa en Twitter, dice otra a los medios, que un día critica la actuación del Gobierno mexicano y otro la alaba.
Dejando la política atrás y el temor de confrontarse con Washington, es prioridad dar la importancia de atender las causas de la migración e implementar programas de desarrollo inmediato en Centroamérica, trabajar para ordenar nuestra frontera sur y saber quiénes están en tránsito por el país para dar respuesta a la mínima obligación de proteger sus derechos humanos.