Twitter: @bufalolmangas 

“Lo peor de la pinche muerte es que cuando alguien se te va, se te va sin remedio, deja sus tenis rotos en la banqueta y desaparece, ¡adiós!, ni huella, ni rastro por más que le clames, por más que creas que estás hablando con él”.

Armando Vega-Gil

Nunca fuimos amigos ni nos pusimos pedos en alguna fiesta, mas siento que lo acompañé en un sinfín de aventuras cada que abría las páginas de La Mosca para leer fervorosamente sus entregas del Diario Íntimo de un Guacarroquer, cuando yo era un adolescente emputado por el divorcio de mis padres.

Escuché la música de Botellita de Jerez tarde, cuando la banda estaba separada y ante la burla de mis amigos

“por mi acento ‘ñero’ aprendí a sentirme orgulloso de ser naco, porque naco es chido”.

Foto: Mariano Mangas

De cierta manera, Vega-Gil inspiró una parte de mi cronista fascinado por los grandes perdedores de los barrios de esta ciudad; fue hasta el 2015 que en una tocada en el multiforo Bajo Circuito me lo topé por primera vez con su Ukelele Loco. Me acerqué como adolescente que busca un autógrafo, pero para solicitarle una entrevista para El Gráfico. “Sí, carnalito. Te paso mi fon y la armamos con mucho gusto”. Ninguna pose, ninguna mala vibra.

En su departamento de la Narvarte charlé sobre Botellita, sobre su alter ego Armiados Güeva Vil, la literatura y la música infantil, me decía que su hijo le había regresado la alegría por buscar más y más proyectos.

“Los niños merecen cariño, un buen trato y en mis shows busco que sea un gran acto comunitario de amor, que regrese ese tejido de la vida familiar”, comentó, “me gusta escribir para adolescentes y niños porque sí me cansa el planeta de los adultos, no me laten sus votos de poder y ciertas pedanterías”.

Recuerdo que después me lo volví a encontrar un par de veces caminando por la Narvarte, siempre con su hijo de aquí para allá.

Foto: Mariano Mangas

Al ver su nombre mencionado en @metoomusicamx sentí un profundo vació.

Mi héroe de la adolescencia se despedazó para dejar ver al simple hombre con grandes defectos, errores y virtudes.

No, para nada él es un mártir. Tampoco las mujeres y la lucha contra el acoso sexual son culpables directos de su muerte.

Lo que parecía un tema que abría la posibilidad de un debate público para mejorar las leyes en materia de violencia contra la mujer se polarizó hasta un nivel sin precedentes.

Pesó más la búsqueda de revancha que de justicia, el linchamiento se impuso a la presunción de inocencia, un derecho humano fundamental. Las víctimas pasaron a segundo plano en un coro de tuits que violentaron tanto a la supuesta menor acosada como a Vega-Gil, pues aún después de muerto hubo quienes siguieron en redes sociales con el escarnio… carencia de empatía, carencia de respeto.

Como movimiento #MeToo debe continuar, la lucha de las mujeres debe seguir, pero no sin olvidarse de la presunción de inocencia.

Si en particular @metoomusicamx quiere abonar a construir una mejor sociedad, su consejo debe dar a conocer un vocero y un área de comunicación encargados de hacer públicas las estrategias a seguir por parte de la organización y lo más importante: un departamento jurídico que investigue la veracidad de cada denuncia y asesore a las víctimas en su proceso legal; toda ONG cuenta con protocolos. Es necesario ponerse a la altura de circunstancias… que esta vez las rebasaron.

No fui amigo de Armando Vega-Gil, pero sí comprendo la desesperación de no hallar más posibilidades que la muerte.

Qué lamentable la melodía del último guacarrock: ni el feminismo ganó ni los músicos señalados ni nosotros como sociedad… ¡las cadenas siempre estorban a los que tienen alas, hijos de la verga! Y nos cortaron las alas.