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“Entre el peso y la ligereza, yo elijo la ligereza”.
–Agnès Varda
El pasado viernes 29 de marzo falleció la directora de cine francesa Agnès Varda a sus 90 años, quien fue un icono dentro del movimiento feminista debido a que realizó filmes que buscaban ahondar sobre las condiciones de las mujeres como Cleo de 5 a 7 (1962) donde aborda la vida de una corista que comienza a observar los vínculos que ha tenido con los hombres y la sociedad en general, o en Una canta, la otra no (1977) nos muestra la amistad de 2 mujeres y su concepto de felicidad fuera de los estereotipos.

Agnès comenzó su vida profesional como fotógrafa hasta que en 1954 filma su ópera prima La Pointe Courte que la catapulta al mundo del séptimo arte, en el cual fue una narradora no sólo del universo femenino sino que también ahondaba en la vida cotidiana: Daguerrotipos (1976) cuenta la historia de sus propios vecinos en el barrio de París en el que ella habitaba o Los espigadores y la espigadora (2000) nos lleva de la mano al entorno campirano francés donde hace un retrato de los campesinos, vagabundos, artistas locales, gente común y corriente que son reflejo de aquello que nos rodea día a día.
Esta mujer cineasta recuerda con su estilo a los realistas del siglo XIX como Jean Francois Millet, Honoré Dumier y Gustave Courbet, quienes buscaban ir en contra de la lectura canónica de la realidad plasmada en el arte y buscar nuevas fuentes de inspiración, en su caso recurrieron a las condiciones de su contexto, las personas que les rodeaban, los sectores sociales que habían sido invisibles para las obras artísticas. El realismo buscaba la observación de los aspectos cotidianos de la época teniendo una gran influencia de la fotografía -profesión que como ya se mencionó, Varda ejerció en sus inicios- y es así como ella fue parte de la llamada Nueva Ola Francesa que pretendía narrar historias reales a partir del uso de la ficción.
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El arte realista fue producto de la agitada situación política francesa de ese tiempo, donde surgen movimientos obreros y proletarios que inspiran nuevos sentimientos e ideas sociales. Agnès vivió la 2ª Guerra Mundial, la posguerra, guerra fría y la turbulenta década de los 60 donde hubo una transformación total del pensamiento social gracias al movimiento contracultural y social sobre diversas cuestiones como el racismo, sexualidad, juventud, educación, etc.; este atribulado contexto seguro fue partícipe de su estilo como directora.
Al momento de enterarme de su muerte a través de las redes sociales digitales, observé un extracto de su documental Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe (1975) donde hay mujeres dando un discurso reaccionario al patriarcado. A partir de sus testimonios personales nos describen cómo hallarse en el cuerpo de una mujer es vivir una enorme contradicción. Esta sociedad es moralizadora, pero al mismo tiempo busca la transgresión: Una chica que se cubre su cuerpo se le llama mojigata mientras que a la que sale con escote y minifalda se le nombra puta, si no te arreglas eres una perezosa mientras si te maquillas y cuidas tu aspecto eres una mujer escandalosa. Si eres sexy es provocativo, mientras que ser seria es aburrido. Hay que ser madre porque sino eres una desquiciada. Y Agnès en este video responde:
“Mujer que no conoció la maternidad no es mujer ¡Vamos! ¿Acaso el hombre que no conoció la paternidad es menos hombre? Touché”.
Al ver el video lo compartí en mi red social para darme cuenta al poco tiempo que había sido censurado y retirado del sitio donde había sido publicado debido a que hay desnudos de mujeres. Esto confirmó lo que la directora nacida en Bruselas trató de denunciar en sus películas: Se vive un mundo hipócrita, donde censuramos al mismo tiempo que deseamos, en el que nuestros valores son ambivalentes y se contraponen. Ejemplos muchos: los contenidos de las industrias culturales están llenos de ellos, las noticias, la vida diaria en sí. Me viene a la mente la serie producida por Netflix, Chilling Adventures of Sabrina (2018) que abordó el icónico personaje de los cómics de Archie desde una perspectiva más oscura y de género, esto último no agradó a todos los espectadores, dando como resultado una discusión pública si era adecuado que la serie tuviera ese discurso que incluye una patente crítica patriarcal, para muestra el siguiente diálogo:
– Yo quiero ambas cosas, libertad y poder.
— Nunca te dará eso. Al Señor Oscuro le aterra que tú o cualquiera de nosotras tenga ambas cosas.
— ¿Por qué?
— Es hombre, ¿no?
Curioso es que los detractores de la serie aseveran que es un fraude ese discurso feminista, pues al mismo tiempo que hace críticas -como el diálogo que se acaba de anexar- muestra a la protagonista y a otros personajes femeninos con notables referencias sexuales.
Tenemos que ser inclusivos, dejar que series como Sabrina sigan su curso y discurso. Agnès Varda buscaba una empatía de los espectadores no sólo a la condición femenina, sino a nuestro papel como participantes de este entorno llamado sociedad. Ella afirmó: “Siempre he querido que la gente mire a profundidad. No quiero mostrar las cosas, sino darles el deseo de ver”. Palabras precisas que nos interpelan y nos adentran en la urgencia de ver más allá de lo evidente, de la capa superficial que permea nuestro tejido social, hay que adentrarnos en sus prácticas, en sus significado profundos, y tratar entonces, poco a poco de provocar acciones y reflexiones que vayan mejorando nuestra condición humana.