Twitter: @Pattriciacoss

Hace unos días Alfonso Cuarón ganó el Premio de la Academia en honor a su Dirección, Fotografía y también la estatuilla por Mejor Película Extranjera, eran 10 las nominaciones que Roma había conseguido en espera de ganar un Oscar, terminó llevándose los aplausos del mundo entero, críticos de cine y espectadores conmovidos por una historia que plantea más que la vista al México pasado. En otro punto geográfico, las críticas destructivas, los señalamientos, la desvalorización, todas se hicieron presentes, desbordadas en ataques tanto clasistas como racistas. El lugar donde la película fue filmada, con equipo de producción del 90% de nacionalidad mexicana y 100% de reparto en igualdad de características, es aquél que indignado veía a una mujer indígena romper con sus prejuicios.

Los mexicanos, algunos famosos y otros desconocidos, llamaban a Yalitza Aparicio, estrella del filme, “india”, “gata”, “naca”, entre otros adjetivos peyorativos por su intención. Sergio Goyri, Yuri, Laura Zapata y otros artistillas mexicanos apelaron al origen de Yalitza, primero errando en denominaciones, después en un tono que pudimos escuchar poco menos que engreído y cizañoso, comentarios racistas por las raíces que como todos los mexicanos son compartidas.

“Indios no, ellos son de la India”, nosotros somos indígenas o mínimo mestizos.


El triunfo de un mexicano lamentablemente conlleva a que reluzca lo peor de sus compatriotas. Seamos críticos, pero objetivos, hay una gran diferencia que entre mucho más, estriba en la aceptación de que no somos ni cercanos a apreciadores del séptimo arte, desconocemos la mayoría de los perfiles fílmicamente bellos como para juzgar una película, es distinto el gusto que hayamos tenido por la misma o su disgusto por el contrario. Y por supuesto, se debería dejar en manos de una institución como la designada de los Oscares la interpretación actoral, aún cuando ésta es ya una decisión política más.

¿Y Yalitza? Esa mujer que contrapone los estándares de belleza occidentales que Estados Unidos ha impuesto a México, aquélla que molesta a la clase aspiracionista por encajar en la percepciones trabajadas desde niños. “La chacha”, “Parece sirvienta”, eso refuerzan, la idea de que un indígena sirve, de que no es igual y por ende carece de los derechos de los que tenemos mayor mezcla étnica, a diferencia de la pureza que corre en la sangre de la tlaxiaquense. Veámonos al espejo ¿Somos tan diferentes los unos a los otros?

¿Hasta cuándo la violencia predispuesta en racismo y la lejanía entre personas por su clase social serán objeto de discusión?

El fracaso comienza desde que normalizamos los mínimos actos de odio, traducidos en acoso, desprecio, discriminación y asesinatos; desde que carecemos de una adhesión al convenio de la OIT para brindar a todos igualdad en derechos, contemplan los invisibilizados por las élites la tristeza de aceptar la deuda histórica que las élites tienen; hoy junto con las supuestas consultas inclusivas de Obrador vemos que nada más interesan las apariencias, en lo político y lo social. Más que un movimiento feminista que Aparicio encarna, como ya dijeron por ahí, enaltece a la mujer mexicana por su raza, por su alma y la fuerza que se requiere para continuar la lucha de quiénes sabemos entre más circunstancias o características de la esencia se reúnan, mayor será la complicación para acceder a una vida digna con posibilidad de soñar.

Si no les parece la historia y la sangre que corre por sus venas como por la de 11 millones de habitantes de origen puramente indígena, señores, con todo gusto les digo, el muro está del otro lado y para indios, mejor váyanse ustedes a la Delhi.