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La llegada del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, de la mano de Andrés Manuel López Obrador, amenaza con inaugurar una etapa de incertidumbre para la democracia mexicana. No hemos llegado a la marca de los 100 días y los frentes abiertos por el nuevo gobierno generan más preocupación que esperanza entre diversos sectores.
 
Ya lo hemos escrito aquí, pero las conferencias mañaneras de AMLO se han convertido en la punta de lanza de la ofensiva de la 4T contra todo aquello que pudiera representar algún tipo de obstáculo o contrapeso para los planes de la nueva administración.
López Obrador ha dejado en claro que lleva prisa y que, en el afán de lograr el esperado cambio, nada ni nadie le podrá hacer frente.
 
Desde esa tribuna, López Obrador ha dejado en claro que lleva prisa y que, en el afán de lograr el esperado cambio, nada ni nadie le podrá hacer frente, ni mucho menos atravesarse en su camino. Todo aquel que así lo intente será arrollado por el gobierno de las “conciencias tranquilas”.
 
Uno de los sectores que ha sufrido este ímpetu purificador, es el de los órganos autónomos del Estado mexicano. Ahí está el ejemplo de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), cuyo presidente ha sido acusado por AMLO de conflicto de interés. Guillermo García Alcocer se convirtió en el blanco de la ira presidencial, ya que osó criticar el bajo perfil de los personajes propuestos por el Ejecutivo que buscan ocupar una silla en la propia CRE.

 
Esta embestida es tan solo una muestra del desprecio que el gobernante tiene por estos órganos, al señalar que han servido a los intereses particulares de aquellos a quienes tienen la obligación de regular.
 
Al presidente no le gustan aquellos entes que pudieran cuestionar sus políticas y decisiones. No quiere intermediarios. Ya lo ha dicho de mil maneras. No desea a los órganos reguladores porque dice que sólo han servido para enriquecer a algunos. No quiere a las organizaciones de la sociedad civil porque señala que han pervertido su función.
 
AMLO señala, descalifica y condena.
En esta cruzada purificadora, López Obrador ha dejado en claro que él y solo él es el indicado para mostrar el camino a seguir. Estamos en tiempos donde el poder del dicho presidencial supera cualquier hecho.
 
Ahora, muchos de los apoyos que recibían distintas organizaciones sociales, incluido el tema de las estancias infantiles, serán entregados en forma directa a las personas. Ya no más asociaciones civiles, ya no más instituciones públicas y privadas que apoyaban al gobierno en su tarea de diseminar los recursos públicos en beneficio de los llamados grupos vulnerables.
 
El signo de los tiempos es la prisa, el terminar con los intermediarios y lograr que amplias capas de la población sientan que el esperado cambio llegó. Ya no importa si se evalúa o no la mejor manera de apoyar, de educar o de llevar a la meta algún programa de gobierno. Lo importante es que el recurso llegue para que el espíritu de la 4T cobre sentido para millones de personas que miden el éxito o fracaso de una administración, a partir del dinero que les llega a ellos y a sus familias.
 
Ese es el modo de operar en esta nueva etapa, sin intermediarios, sin contrapesos y sin una verdadera rendición de cuentas.