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La batalla por Internet entre Estados Unidos y China se ha intensificado durante las últimas semanas. Lo que inició como una guerra comercial el año pasado con la imposición de aranceles sobre productos, ha derivado en una severa (¿y silenciosa?) confrontación entre las dos potencias mundiales por el desarrollo tecnológico.

La detención en diciembre de 2018 de la directora de Huawei -Meng Wanzhou- por acusaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos por robo de secretos comerciales, fraude bancario y evasión de sanciones estadounidenses contra Irán, fue “la gota que derramó el vaso” y constituye el último capítulo de una feroz confrontación entre potencias por el dominio de la tecnología en el mundo. Para los expertos, la detención constituye una estrategia de Estados Unidos para lograr la hegemonía en la carrera tecnológica frente a su principal rival.

Y es que lo que esta en juego es mayúsculo: el control de las redes 5G (una tecnología que los especialistas definen como mucho más adelantada a las anteriores generaciones de Internet móvil por su innovación).

La tecnología 5G es clave para el desarrollo de la economía digital y es descrita como “la cuarta revolución industrial”.

Los expertos han señalado que su desarrollo permitirá “coches sin necesidad de conductor y ciudades inteligentes” con una abundante cantidad de datos con una rapidez inédita y una disponibilidad inmediata. En suma, lo que está en disputa es mecanismo global de comunicación inalámbrica que permitirá interconexiones 10 veces más veloces que las existentes.

Por ello, las dos potencias han puesto toda la fuerza a su alcance para dominar esta tecnología cuyo mercado pudiera en apariencia ser del dominio privado, pero en su aplicación real, es del dominio gubernamental por razones que van desde el espionaje hasta de “colaboración con el adversario”. Cuestión de Estado.

En el reciente Foro Económico Mundial de Davos, esta guerra tecnológica entre Estados Unidos y China se hizo presente en casi todas las reuniones, de acuerdo a los presentes. Es un hecho que la relación entre las dos potencias se ha trastocado y de manera definitiva.

“Si la guerra comercial se resuelve a lo largo del presente mes de febrero (el due date es el 1 de marzo) y China se compromete a abrir el acceso a su economía a la inversión extranjera, la guerra tecnológica ni se disiparía” advirtió uno de los asistentes a Davos.

La magnitud de esta confrontación supera lo meramente sectorial y se adentra en el ámbito geopolítico. El “modelo Silicon Valley” en el cual el desarrollo e innovación tecnológica se han apalancado a través de una cuantiosa inversión privada capaz de asumir riesgos, podría desplomarse ante el “modelo Shenzen”, ciudad en China que alberga a los gigantes tecnológicos desarrollados con fondos estatales y una considerable mano de obra barata y adiestrada. Dos modelos antagónicos, uno basado en la inversión privada y otro potenciado por el sector público (de un régimen calificado como autoritario, cabe decir).

Para dimensionar lo anterior, es preciso recordar que en 2015 el primer ministro chino Li Keqiang dio arranque al plan Made in China 2025 -con un presupuesto inicial de 300 mil millones de dólares– el cual pretende convertir a China en una superpotencia tecnológica (líder en robótica, computación, industria aeroespacial y biotecnología). De esta forma, la emergencia de las empresas tecnológicas chinas amenaza la supremacía estadounidense. Para muestra un botón: la china Huawei ya supera a Apple como segundo fabricante de smartphones, sólo por detrás de la coreana Samsung.

Washington no va a ceder la supremacía tecnológica global sin dar la batalla y el caso Huawei demuestra que la guerra ha comenzado. En este contexto, la canciller Ángela Merkel propuso -ante un auditorio abarrotado en Davos- la creación de un organismo multilateral (a semejanza de la OTAN) que aborde cuestiones de ciberseguridad y ética de la inteligencia artificial. Mientras tanto, las tensiones entre EE.UU. y China van a obligar al mundo a tomar partido y de acuerdo a los estudiosos del tema, va a propiciar un obstáculo para las inversiones y el desarrollo tecnológico a nivel mundial. Una nueva Guerra Fría.