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En el arranque de su gobierno, Andrés Manuel López Obrador lo ha sido todo. Presidente, vocero, integrante del gabinete, canciller, legislador, gobernador, fiscal general, periodista, directivo de medios de comunicación, etc., más lo que se vaya acumulando cada semana, o cada día.

El estilo frenético de AMLO ha servido para cubrir con creces el espacio político y mediático, pero hay quienes comienzan a cuestionar este estilo personal de gobernar donde el titular del Ejecutivo lleva el peso de toda la administración federal, opacando a su propio equipo de trabajo y a los principales personajes políticos surgidos de MORENA.

López Obrador trabaja de luna a luna, ya que antes del amanecer se reúne con el gabinete de seguridad nacional para revisar los temas relevantes de la materia. Posteriormente se traslada al salón Tesorería de Palacio Nacional para encabezar la conferencia mañanera en punto de las 7 horas. Por las noches, termina tarde y ya pernocta en un espacio acondicionado en ese mismo recinto.

Algunos consideramos que la famosa mañanera ya no tiene el mismo efecto de aquellas conferencias matutinas cuando AMLO era el jefe de Gobierno del Distrito Federal; entonces sentaba agenda y contrastaba sus propuestas con la administración federal que encabezaba entonces presidente Vicente Fox, surgido del PAN.

Curiosamente, los principales damnificados por las mañaneras no son los reporteros ni los camarógrafos de los medios, sino los integrantes de su gabinete, a quienes se les ve cansados, desmañanados y, en ocasiones, fuera de lugar. No han sido pocas las veces que el presidente les pide cifras o datos a los funcionarios presentes, quienes no los traen consigo y quedan en evidencia frente a los representantes de los medios y sus audiencias.

Hace unos días el periodista Raymundo Rivapalacio describía esto en su columna diaria publicada en el diario El Financiero:

“Sus conferencias de prensa matutinas las ha convertido también en la comparecencia pública de sus funcionarios, mostrando la mayoría de las veces sus limitaciones, carencias o agotamiento. También los coloca en ridículo, haciendo ver a miembros de su gabinete como personas mal informadas o como floreros”.

Incluso en esta colaboración, del martes 5 de febrero pasado, Raymundo Rivapalacio mencionó que la titular de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ya le había presentado dos veces su renuncia al presidente, aduciendo razones de índole profesional.

Por su parte, Tatiana Clouthier, vicecoordinadora de los diputados de Morena, y quien coordinó la campaña política del hoy presidente, ha dicho que lo que más le preocupa del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es “la prisa” o el ritmo del tabasqueño, pues señaló que la velocidad del presidente “difícilmente se la aguanta cualquiera”.

Lo cierto es que Andrés Manuel López Obrador tendrá que valorar el ritmo y la intensidad de su trabajo a fin de no sufrir un desgaste prematuro que afecte su forma de comunicar y su estilo personal de hacer frente a las responsabilidades del gobierno de la 4T.

Correr un maratón todos los días es humanamente imposible. Por ello, el presidente tendrá que valorar si modera el paso, reparte la baraja y da más juego y espacio a los integrantes de su gabinete. De lo contrario seguiremos observando a un presidente fuerte con un gabinete débil que, difícilmente le aguantará el paso.