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En días pasados observamos protestas contra las transgresiones a las usuarias del metro de la Ciudad de México, activistas, colectivos, personas de todos lados con un grito unísono:

“¡Ni una más, vivas nos queremos!”

 ¿A qué se debió esta manifestación? Comencemos con un soplo de obviedad, el transporte público en nuestro país no garantiza la seguridad de las personas, ahora bien, ejemplos de esta inseguridad y hoy también la violencia de género hacia las mujeres son las experiencias que se viven en la cotidianeidad de un viaje en tren ligero, una estación del metro sin policías que la resguarden o una parada del camión que debería llevarnos a nuestro destino sin inconveniente, dudamos de que es más peligroso ya y en quién o no podemos confiar. Esa es la vida de las mujeres que sobrevivimos en una ida a clases, regreso del trabajo o salida con amigos.

Fuente: Milenio

Leía en redes sociales sobre madres que aconsejan a sus hijas para un buen retorno, me sorprendía toparme con comentarios en los que decían era preferible encontrarlas heridas o incluso muertas a no saber nada de ellas, dudar sobre sus vidas y desconocer el destino que habían tenido; usuarias del STCM por los mismos medios han contado sus propias pesadillas, que si les han hecho tocamientos obscenos, las han mirado lascivamente, fueron presas de un intento de ´secuestro´, esto último viralizado, todos los sucesos válidos de furia. Opinólogos diversifican el entorno mediático sobre los hechos que ahora toman fuerza, sin embargo, lo que consterna es el centro del debate que plantean, rodeado de un profundo desconocimiento de la violencia de género aunado al machismo que les impide ver más allá de sus privilegios.

Fuente: El Siglo de Torreón

Resulta que erradicar la violencia no debería importarnos en el momento que una víctima lo es por sumarse al número de 7 mil 693 casos de mujeres no localizadas o desaparecidas, o a las carpetas de investigación cerradas por falta de adecuación al tipo penal que corresponde, sino desde la primer alerta, la primer denuncia o grito de ayuda;

En cuanto a las autoridades ejecutivas, así como las jurisdiccionales, ¿se trata de negligencia o indiferencia?

Hagámonos la misma pregunta cuando de sociedad civil se trate: “Desequilibradas”, “Ni que estuviera tan buena para secuestrarla”, “Puros dramas” y un grato recuerdo … “Vete a la cocina” son signos para temer por nuestras vidas y caminar pensando en si uno de esos machos también sería capaz de asesinarnos.

Nos toca exigir, gritar, marchar, “vandalizar”.

En un momento también pensé que el daño en propiedad pública era de las muchas formas de manifestarse la menos efectiva para una serie de células criminales dedicadas a la trata de personas, coludidos con miembros del Estado mexicano; dude que las marchas contra el acoso tuvieran resultado, parecía que lo políticamente correcto, las vías diplómaticas eran mejores, erré, un posicionamiento, exhorto, un post en redes a veces no basta, y si nos creen desquiciadas por pintar las paredes del transporte en que ni una mexicana está exenta de ser raptada y después desaparecida, bajo la solapa que se le da al criminal por creer que es pareja de una y permitirle en ese caso ser violento, más desquiciadas estaremos, porque queremos vivir, no sobrevivir, ya no sabemos si es peor amanecer muertas o desaparecidas, con un destino que nos detenta como si lo estuviéramos.

Fuente: Milenio