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La última cinta del director argentino Gaspar Noé es una verdadera montaña rusa visual, sonora y narrativa: Climax (2018, Bélgica-Francia) nos lleva a un frenético paseo que va desde el júbilo hasta la más completa desolación.
Basada en un hecho real, Climax nos relata el devenir de un grupo de jóvenes bailarines franceses en la década de los noventa, que tras un ensayo se disponen a disfrutar una celebración en su academia; afuera hay una tormenta invernal que los tiene retenidos, dentro, la sangría, música y camaradería fluyen hasta que se dan cuenta que la bebida ha sido adulterada con lo que parece ser LSD y es ahí donde comienza un descenso sin control.

La película de Gaspar es transgresora no solo por el tema que aborda, sino por su discurso audiovisual: Comienza con los créditos finales, hace un corte intermedio para presentar la banda sonora. Asimismo hay largos planos secuencias -uno de ellos dura alrededor de 30 minutos- las tomas son atrevidas y van desde un plano cenital hasta uno en contrapicada, haciendo giros de 360 grados sin cortes a través de una cámara subjetiva que nos insertan en la visión convulsa de los personajes que se hayan alterados -tanto física como mentalmente- por la sustancia.
El uso de la luz que hace el cineasta nos recuerda a su memorable y polémico filme Irreversible (2002, Francia), por ejemplo, la escena donde el personaje de Mónica Belluci camina a lo largo de un túnel alumbrado en matices rojizos, en Climax corre a cargo de Sofía Boutella, quien encarna a Selva y de pronto la vemos deambular consternada en la academia, llegando hasta un pasillo, que finaliza en una habitación con iluminación roja.
Para Gaspar Noé, su película semeja una torre de Babel, donde un grupo de personas están juntas forjando un objetivo, pero de pronto algo las desestabiliza y ellos mismos fomentan un estruendoso derrumbe de esa torre. El director busca hacer énfasis en que somos seres colectivos, pero al mismo tiempo es un hecho que nacemos y morimos solos: Nuestra vida se basa en una idea de compartir, pero en realidad es un túnel solitario y personal.
Cada personaje, ya intoxicado nos devela aspectos personales que tal vez sin el consumo de la sustancia no emergerían, siendo esto muy relevante: Los humanos somos un mosaico complejo, lleno de miedos, agresividad, pasiones, deseos, etc., elementos que muchas veces permanecen latentes, hasta que algo los desata, dejando fuera las normas sociales.
Climax es una catarsis y como tal es despiadada y violenta ¿Acaso hay otra manera para un eficaz desahogo?
La música y el baile son los encargados de llevarnos hacia la purga que se desarrolla: ritmos discos y festivos se combinan con compases sombríos e hipnóticos. La melodía Sangría”de Thomas Bangalter es la que da la pauta a insertarnos en la espiral de declive de los personajes. Cada canción precede un momento o emoción.
El feroz e implacable ritmo de la película puede deberse a que fue filmada en tan sólo quince días, con un guión apenas esbozado que permitía la improvisación de los actores, los cuales cabe decir -la mayor parte de ellos- son bailarines de profesión y nunca habían actuado como tal; estos factores le brindan espontaneidad y dinamismo a la trama.
Climax es un asalto a los sentidos, nos lleva a la percepción de la existencia como un ascenso jubiloso que de manera irremediable termina en una voraz caída. Bien dice la cinta del argentino:
“La existencia es una ilusión eficaz”