Twitter: @AlfiePingtajo 

Laboralmente hablando llevo nueve años dentro de instituciones culturales, y quince años dedicándole mi vida al quehacer cultural si cuento mis ‘pininos’ universitarios. En el camino he ido configurando mi visión sobre las políticas existentes para el mejoramiento y construcción de la cultura. He invertido dinero y tiempo en comprenderlas, así como en analizar el ente cultura desde el lado del creador, del gestor y del burócrata cultural.

Fuente: mexicoxport.com

Decidí dedicarle mi vida a la cultura -ya lo he dicho muchas veces- gracias a los miles de conciertos, presentaciones, conferencias, talleres, exposiciones y libros publicados durante la administración de Pedro Ángel Palou García, y también de Alejando Montiel Bonilla. Ambas, herencias de las políticas culturales impulsadas por Don Pedro Ángel Palou Pérez y otro tanto por Héctor Azar. Después vino la oscuridad.

Mientras los anteriormente nombrados buscaban construir una Puebla, culturalmente hablando, a la altura de una Ciudad de México, Guanajuato o Guadalajara; nuestros creadores poblanos invertían su tiempo en tres cosas: buscar apoyo a sus proyectos, chingar “críticamente” al creador cuya visión estética era diferente y criticar hasta el tuétano a la administración en turno por falta de políticas culturales.

Previo a la llegada de Rafael Moreno Valle (hoy ausente) al Gobierno de Puebla, la comunidad cultural se desvivía en denostar todos los proyectos realizados por Palou y Montiel Bonilla. Ninguna crítica venía acompañada de una novedosa propuesta de política cultural; si acaso algunas vagas ideas sin posibilidad de encontrar punto de aterrizaje.

La Casa del Escritor se volvió motín de guerra literario, todos aspiraban a cobrar sueldo como director; pero cuando se hizo realidad su desaparición nadie salió realmente a defenderla, nadie la quiso hacer suya. Posteriormente desapareció la Galería de Arte Contemporáneo y no hubo mayor escándalo de parte de la comunidad de artistas plásticos de Puebla.

En Puebla se refundará la Secretaría de Cultura del Estado. Y la comunidad cultural está sumergida en una pelea intestinal: quién sí y quién no es la persona indicada para comandarla. Lo triste es la ausencia de las políticas culturales viables para recolocar a Puebla en el mapa y ponerla al nivel de entidades como Veracruz, Jalisco, Guanajuato, Ciudad de México u Oaxaca.

Las instancias culturales deben ser dirigidas por hombres o mujeres de Estado y donde la cultura no sea un sentido de su vida y gocen de conocimientos sobre gestión cultural. Un auténtico gestor no impone su visión, analiza el fenómeno y ofrece al público lo que busca, necesita y puede interesarle.

El poner a un creador al frente de una Institución cultural, genera algunos peligros: puede aprovechar su puesto para imponer sus visiones estéticas y difundir la obra de sus allegados, además de un posible desconocimiento de la función pública.

Sólo el creador que ha apostado por la creación de foros escénicos, centros culturales, revistas o grupos culturales tendría la posibilidad de dirigir adecuadamente una institución cultural, pues en el camino aprendió procesos de gestión y administración.

La Cuarta Transformación, a nivel federal, estatal y municipal, tiene dos grandes problemas: están despidiendo a gestores culturales y están empleando a creadores sin conocimientos de gestión. Habrá que ver cuántos logran desarrollar políticas culturales adecuadas.

El panorama es incierto y me ha generado una especie de depresión cultural.