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En el primer día de febrero el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, estará dejando su oficina. La renuncia de este estadounidense de origen coreano, exrector de la prestigiada Universidad Dartmouth, se origina tres años antes de que concluyera su gestión al frente de la principal institución global que financia proyectos de desarrollo.
#DoingBiz and #HumanCapital Index taught us that regardless how complex an area is, it can be measured. This promotes transparency & accountability. Congrats to 128 economies that undertook 314 reforms to improve their business environment—a record year! https://t.co/sUphR8O51z pic.twitter.com/avRvdCrKV6
— Jim Yong Kim (@JimYongKim) 2 de noviembre de 2018
La separación de Kim se produce en un difícil entorno económico global. Recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha pronosticado una reducción en el crecimiento de la economía mundial, que sería de 3.5% para 2019 y de 3.6% para 2020. Cabe añadir que México es uno de los dos países que tendrán la mayor caída en su crecimiento (el otro es Turquía) como consecuencia de la incertidumbre política que afecta directamente a la inversión, de acuerdo al Fondo.
Ante este entorno desfavorable, autoridades del Banco Mundial han señalado que la designación del sucesor se dará con total transparencia y basado en el mérito de los aspirantes. Es preciso recordar que, en el marco de su creación como resultado de los acuerdos de Bretton Woods, hubo un pacto de caballeros en donde los fundadores acordaron que la Presidencia del Banco recayera en Europa mientras que la dirección del FMI (institución hermana) sería para un estadounidense.
El acuerdo fue suscrito en 1944, cuando la presencia de las economías en desarrollo en el entorno económico mundial era prácticamente nula. Después de 75 años, los países en desarrollo reclaman mayor presencia en el organismo financiero multilateral. Estados Unidos continúa siendo el mayor “socio” del Banco en virtud de sus aportaciones y junto con el bloque europeo tiene la mayoría de los votos para elegir al nuevo presidente del Banco, conformado por 189 países.
Aún continúa vigente lo que señalé en el verano de 2011 durante el proceso en el que resultó electa la carismática Christine Lagarde para la dirección del FMI, por la renuncia de su compatriota francés Dominique Strauss-Kahn: “los países avanzados requieren de los emergentes para gestionar la crisis mundial, y en este proceso de elección deben intervenir todos los interesados —grandes y pequeños— pero los cambios y las transformaciones requieren de diálogo y de tiempo”.
En un esfuerzo de los emergentes por participar en la contienda por la presidencia del Banco Mundial, Nigeria y Colombia han presentado sus candidaturas en las personas de Ngozi Okonjo-Iweala y José Antonio Ocampo, respectivamente. Los expertos consideran que sus posibilidades son escasas.
Kim, quien fue propuesto por el presidente Barack Obama hace 6 años, comprendió la nueva realidad mundial y el papel que -ante los inmensos retos de migración, refugiados y cambio climático- el Banco Mundial debiera desempeñar. Estaba convencido que la inversión del sector privado juega un rol clave para erradicar la pobreza y superar otros grandes desafíos del desarrollo global.
La candidatura del sucesor o sucesora (sería deseable que fuera mujer) será presentada por el presidente Trump, quien se ha pronunciado en contra de los fondos para el desarrollo y no converge con el multilateralismo.
El nuevo presidente (o presidenta) del Banco Mundial tendrá la difícil tarea de erradicar la pobreza extrema en 2030, ante latentes amenazas sociales, ambientales y de movilidad humana.