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Quizá por primera vez, desde formalmente instaurado el régimen de la Cuarta Transformación, la narrativa de su discurso ha sido visiblemente caótica, inconsistente y heterogénea. No es para menos, la tragedia en Tlahuelilpan es desgarradora y trastoca las fibras de cada mexicano, desdibujando los claroscuros, hoy son grises, no hay un único villano, ni la coyuntura política para crearlo.
El estratégico y efectivo spin aplicado por la izquierda a las situaciones de crisis, para este caso en particular no resultó potente, la estrategia fue diversificada y reactiva, aminorando daños, aunque no logró conducir la conversación.

La postura -oficialista-, en la que se justifica la actividad de las víctimas “empujadas por la necesidad” es una estrategia que si bien no gana terreno en el debate de fondo, si logra atrincherar al gobierno bajo el cobijo del apoyo popular, representado por los sectores más desprotegidos, evitando así, que crezca y se generalice la indignación.
Las voces -propagandistas no oficiales- han elegido endilgar la totalidad de la responsabilidad de lo acontecido a las víctimas, quienes en un acto de rapiña olvidaron e ignoraron el peligro. En el ámbito legal, esta situación sólo le liberaría al Estado de la responsabilidad patrimonial o civil objetiva, según la doctrina jurídica del riesgo creado, aunque moralmente se están quedando muy cortos, ignorando la responsabilidad por omisión, aunado a que el discurso es altamente insensible. Esta estrategia de comunicación, si bien es efectiva, únicamente lo será a corto plazo ya que representa un arma de doble filo, debido a la incongruencia y el gatopardismo argumentativo de los interlocutores.
Por último, -los miserables- un pequeño (afortunadamente), aunque polémico sector de los garantes del régimen, quienes sin empacho, con descaro y con absurda mezquindad, optan por sacar ventaja política y polarizan el entorno, responsabilizando al “antiguo régimen” bajo la creación de conspiraciones sin pies ni cabeza, alegando un supuesto sabotaje articulado como golpe desestabilizador.
En la acera de enfrente, desde luego que la narrativa de la oposición es tan heterogénea como la oposición misma. En el pragmatismo político del juego de ajedrez diario de la conversación pública y la percepción, todo sería válido, pero no dejemos de lado que la lucha real es ideológica, e imitar al contrario, utilizando las mismas estrategias que hipotéticamente ellos hubieran desplegado si los papeles estuvieren invertidos, no debería ser la vía, no se trata de seguir el círculo vicioso de la narrativa versátil, malévola y manipuladora, usualmente adjudicada a la izquierda, el reto es generar consciencia del entorno político bajo y hostil en todos los ciudadanos, el ideal es que seamos capaces de reconocer el mensaje populista, polarizador y desestabilizador, ya que de lo contrario, seremos presas fáciles de la manipulación constante de las élites, condenados de tal suerte, al cautiverio de gobiernos totalitarios e irreflexivos durante varios sexenios.
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