El Buceo es el deporte más simple del mundo, lo único que tienes que hacer es:
mantenerte vivo.
-Ok, lo voy a probar para que veas que no me gusta y dejes de estar chingando, mi amor- con esta frase inició mi vida en el buceo. Mi adorada esposa había tardado cinco mil seiscientas dieciséis semanas en convencerme de hacer el curso de certificación para buceo en aguas abiertas, ciento ocho meses le tomaron para darme el argumento perfecto de tomar el curso: el buceo es en parejas, voy al curso que inicia hoy, ahorita. Si quieres, puedes venir.
Mi selecta genética celotípica, obvio, me arrojó a ser el primero en llegar a la clase. Contundente y eficaz argumento.
Ahora, no hay día que no me arrepienta de haber perdido esos nueve años de mi vida sin ser buceador certificado, de no haberle hecho caso a mi mujer (en lo del buceo, mi vidita, en lo del buceo). Si existe una entrada al valhalla (algo así como el paraíso vikingo), me cae de madres, que es buceando en un cenote.
Los humanos no estamos hechos para estar bajo el agua: la presión aumenta drásticamente a medida que ganas profundidad, no hay aire que respirar, hace frío, no puedes moverte tan rápido como afuera; pero es totalmente relajante estar en una inmersión: bajas tu ritmo cardíaco, disminuyes tu presión arterial, no pesas, no hay wifi ni llamadas telefónicas, ni mail que revisar, ni clientes caprichosos, ni hijos latosos, ni perro que quiera jugar, ni nadie que te hable, todo es a señas claras, breves y efectivas.
Dos Ojos, en Tulum, fue mi primer cenote, cuando ya teníamos cerca de veinte inmersiones en aguas abiertas. El guía me llevó por la línea llamada La Barbie, cuarenta minutos rodeado de una inverosímil agua dulce transparentísima. Sin importar a dónde volteo, encuentro rocas, estalactitas, estalagmitas y otras formaciones que han tardado millones de años en acomodarse.
A diferencia del buceo deportivo en el mar, donde lo más interesante es la fauna y flora, lo chingón del buceo en cenotes es la historia del mismo, las formaciones geológicas y el surrealista juego de luces que penetran y se refractan por diferentes recovecos de la caverna.
Repentinamente veo borroso. No entiendo. ¿El agua está un poco más caliente o soy yo?. Limpio mi visor, lo vacío, parpadeo insistente y las aletas que iba siguiendo, las de mi esposa, aún se ven borrosas. Es momento de calmarme, pensar y actuar (gran enseñanza del buceo para todo en la vida). Recuerdo al guía diciendo que cruzaría la haloclina (efecto que se logra al mezclarse agua salada con agua dulce).
Ahora disfruto ver “mal” y el ligero cambio a flotabilidad positiva que el agua salada me da por unos momentos. Libero aire de mi chaleco para no chocar con el techo y dañar los billones de años que la naturaleza ha labrado con este río subterráneo.
Mi luz primaria juega a las sombras con las rocas. Figuras, carotas y seres mitológicos se van bocetando conforme pataleo como rana. La línea de vida sigue ahí, nunca la he perdido, siempre he estado a menos de ocho metros de una salida de aire; el entrenamiento previo da un gran confort durante la inmersión. Conozco mi equipo y él me conoce a mí. Es suculenta esta complicidad.
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aquaworld.com[/caption]
Llevo cerca de 20 minutos de inmersión, he respirado ya un tercio de mi botella de aire, es momento de regresar. El guía se detiene y con señales de luminaria me muestra la razón por la que la línea se llama como se llama (no los voy a spoilerear, no; pero tiene que ver con dos muñequitos que usamos muchos cuando éramos niños). El camino de vuelta es igual o más impactante que el de entrada.
Bucear en cenotes no es adecuado para buzos novatos pues requiere mayores habilidades de control tanto de posición como de flotabilidad. Durante el recorrido hay constantes ascensos y descensos siguiendo la ruta del rió subterráneo, por lo que se requiere tener habilidades submarinas un poco más desarrolladas.
Sólo se trata de bucear.