Twitter: @JLUIS_CUEVAS
Fueron horas complicadas, días para el olvido con una lección que esperemos pueda ser comprendida. Ya lo habíamos comentado en este mismo espacio, el fútbol argentino está en crisis y aunque la pasión y la actitud en cancha nunca se ponen a discusión, es una realidad que el termómetro se ha venido equivocando a la hora de dar un diagnóstico, seguimos justificando toda acción, sin ser autocríticos y entender que no siempre el balón podrá hacer de las suyas para librarnos del mal.
Uno de los futbolistas afectados tras las agresiones de la afición de River Plate, Pablo Pérez, tachó de vergonzosa la decisión fallida de obligarlos a jugar, “no puedo jugar en una cancha donde puedo llegar a morir”, lo dice 48 horas después de vivir la angustia e incertidumbre de perder un ojo, el futbolista de a poco recupera la visibilidad.
Lo vivido el fin de semana en Argentina entre muchas otras cosas, solo sirvió para entender un posible futuro de nuestro balompié, ese que luce alejado de la elite mundial, y que sigue imitando situaciones graves -que distan de serlo para los grupos de animación al que mal llamamos Barras-. El fútbol argentino exageró con su autodenominación, el Boca-River quedó lejos de ser “El Clásico del Mundo”, pareció más “La Tercera Guerra Mundial”. Bien lo decía Valdano y no me cansaré de repetirlo, al menos, hasta que el futbol lleno de talento y alejado de la tranza y la informalidad vuelva al país futbolero, “En Argentina se juega más a no perder, hace rato que en el fútbol argentino la humillación del rival es más importante que la satisfacción propia”.
La Final de la Copa Libertadores dio un giro de 360 grados, esos que siguen justificando las agresiones, disfrazándolas de pasión, tuvieron que tragarse sus palabras, la expectativa generada en el mundo se convirtió en vergüenza y si la fiesta no terminó en tragedia, bien pudo hacerlo horas después, de haberse jugado el partido.
Así como el futbol argentino quedó exhibido, la CONMEBOL ganó adeptos de “La peor confederación de fútbol en el planeta” y no fue para menos, siguen sin saber manejar las crisis, similar a lo que vivimos en México, donde hace poco se jugó un Clásico Regio mientras un aficionado de Tigres se debatía entre la vida y la muerte. La conclusión a la que siempre se llega en este tipo de escenarios, es que ante todo, el juego debe realizarse, importan más una serie factores traducidos en dinero, que salvaguardar la seguridad del entorno, la CONMEBOL rectificó, más a regañadientes por la presencia de FIFA en el Estadio Monumental, que por iniciativa propia, vienen días de negociación, de recalendarización en un país que seguirá teniendo los ojos de todo el mundo con la cumbre del G20, y el futbol tendría que pasar a segundo plano, no lo hará.
La Copa Libertadores tendría que jugarse sin público en el Estadio Monumental, los agresores tendrían que estar en la cárcel, solo así entenderemos y valoraremos la pasión que genera este bonito deporte. Es tiempo de dejar de ser cómplices de una bola de enfermos que disfrazan la violencia, es tiempo de terminar con una serie de bandidos de pantalón largo que solo ven sus intereses, urge reformar la ley, cambiar la perspectiva, recuperar la conciencia social, y entender que el futbol es lo más importante de lo menos importante.
HASTA LA PRÓXIMA