@sylvanalm

Pancho es un labrador un poquito “pasado de tamales”, bonachón, guapísimo y adicto a las pelotas. Llegó a mi vida como todo lo bueno, de manera inesperada y no.

Me explico. Toda mi vida había querido un labrador, me parecían perros inteligentes y buena onda pero nunca quise comprar uno y jamás esperé que llegara así, como caído del cielo.

Era un abril de 2015, yo salía a comer cuando lo vi pasar, lo llamé y se acercó. Le serví un plato de agua ahí en la calle, y esperé a que alguien llegara buscándolo. Moría de sed, estaba muy sucio, no traía collar, placa, ni nada que me ayudara a saber de quién era o de dónde venía.

Pegué carteles en las calles, lo publiqué en redes, pero nadie lo reclamó. Así pasó un mes, y mi urgencia por encontrar a su familia no sólo implicaba un compromiso moral, sino una decisión de vida o muerte: Pancho tenía un tumor que urgía operar.

Y es que las estadísticas de organizaciones dedicadas a la protección de animales señalan que cerca de medio millón de animales domésticos son abandonados en las calles. Los motivos van desde la falta de tiempo o dinero, hasta enfermedades, cambio de casa, divorcios y otras más.

Una de las posibilidades es que hayan echado a Pancho por lo costoso de su enfermedad o por la desagradable apariencia del tumor, pero prefiero no pensar en ello.

Acordé con el veterinario esperar un mes para ver si su familia aparecía, y de lo contrario asumiría el riesgo de operarlo. Mi mamá me hizo cuestionarme si estaba en posibilidad real de adoptar a un perro tan grande, pues mi departamento era pequeño y mis actividades muchas, pero Pancho se integró a mi vida como si hubiera estado ahí hace años.

Aprendió a acompañarme al trabajo -asumió el cargo de Catador oficial de premios y juguetes de Smart Dogs-, a compromisos con amigos, viajes y hasta al banco. Me enamoré perdidamente de él, y ahora forma parte fundamental de mi vida.

Confieso que no es el primer chaparro que llega a mi casa, pero Pancho fue mágico, así que decidí dejar de ser un hogar temporal, para ser su casa por ahora hasta 3 años.

Adoptar a un perro implica considerar muchos factores, pero es importante detenerse a pensar antes de hacerlo para no terminar abandonándolos en las calles.

No quiero ser pesimista, pero hay que tener tiempo y espacio, ya que hay razas como el beagle, por ejemplo, que necesitan al menos 1 hora de ejercicio físico y mental diario para mantener una salud equilibrada. Además, un perro en casa implica gastos como vacunas, desparasitación, alimento, accesorios básicos (placa, collar, cama, platos y juguetes), consultas generales, baños y gastos inesperados por enfermedad o destrucción de cosas en nuestra casa.

Cifras oficiales sugieren que una familia con un perro como integrante, gasta al menos $1,300 pesos en promedio mensual, dependiendo de la talla y edad del cachorro.

Los perros son seres mágicos, no quiero desanimarte mientras lees. Solo una sugerencia: no te cases con las razas de moda solamente, date la oportunidad de enamorarte de uno así, a primera vista, sin importar si es blanco o negro, alto o chaparro, bulldog inglés o francés.

Sus ojos encontrarán los tuyos, como los de Pancho me encontraron a mí. El “adopta, no compres” que me cambio la vida.

Existen cientos de instituciones de adopción como Hogar Temporal Tres Marías, el Centro de Adopciones del Sistema de Transporte Metro de la Ciudad de México o Por los que No tienen Voz. Síguelos en redes sociales y encuentra al perro de tu vida.