Es difícil describir a un muxe, y más, si se ignora su cultura.
En el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, existe una leyenda que intenta explicar el origen de los muxes. Cuando el santo patrono de Juchitán, Vicente Ferrer, pasó por esta ciudad, se dice, llevaba consigo tres bolsas:
una con semillas femeninas, una con semillas masculinas y otra con una mezcla de ambas. La tercer bolsa se regó por todo Juchitán y por esa razón, cuentan, hay tantos muxes ahí.
Pero si le preguntases qué es un muxe, a un muxe,te diría que en Oaxaca “hay hombres y mujeres y hay algo en medio. Y eso es lo que soy”, como dijo Felina a la . Aunque otra de las razones que dificultan poder definir a un muxe, tiene que ver con el idioma. Porque en zapoteca, explica el antropólogo muxe Lukas Avendaño, no existen los géneros gramaticales. “Solo hay una forma para todas las personas. Los muxes nunca se han visto obligados a preguntarse: ¿son más hombres o más mujeres?”, dice.

Sin embargo, y de acuerdo con un estudio del Instituto de Estudios Sociales de La Haya (Países Bajos), aún se discute entre historiadores y antropólogos el significado de esta palabra. Y como las palabras podrían ser insuficientes para describirla, una imagen -o varias- tal vez lo hagan.
Desde hace tiempo, la vida muxe ha sido atractiva para los fotógrafos y periodistas. “Pero siempre hacen los mismos reportajes, con el mismo punto de vista desde el exterior”, contó el fotógrafo Nelson Morales a . Y a pesar de que Morales es originario de Juchitán, tardó mucho tiempo en ser consciente de su identidad como muxe.

En 2015, durante un taller de fotografía con la agencia Magnum, narró que algo cambió. “Salí con algunos muxes y en ese momento pasó algo, porque me volví parte de la escena”.
“Entré con la cámara y ahí algo cambió”, y a partir de ese momento, no paró de fotografiar la vida muxe.







