Por Pedro Casas Alatriste L.
Twitter: @PedroCasas
El Coronavirus (COVID-19) está sacudiendo al mundo. Además del evidente y lamentable impacto en las vidas de millones de personas, el virus está golpeando fuerte a los pilares del sistema occidental, más aún en las estructuras del sistema político, económico y social de México.
En el mundo, el sector privado ha exigido a los gobiernos apoyos fiscales y monetarios como nunca antes se habían visto. El sistema de salud requiere de una inversión inédita. Las cadenas globales de valor están sufriendo por los impactos en la mano de obra, las restricciones en los cruces fronterizos y el paro total en múltiples industrias. La poca capacidad de reacción de los Estados ha quedado desnuda frente a miles de vidas perdidas no solo en hospitales, pero en asilos, casas y calles, donde el apoyo no llegó ni llegará.
Algunos de los paradigmas que el Coronavirus también se está llevando a terapia intensiva son el poder del Estado, el sistema de salud y la globalización.
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El poder del Estado
Primero, el poder del Estado, una gran discusión actualmente, es si deberíamos dar más poder a los gobiernos para que estos puedan reaccionar y hacer frente a una crisis de esta magnitud. En México particularmente se ha escuchado que exigimos respuestas al estilo de un gobierno europeo, teniendo uno con las capacidades de África Subsahariana. Necesitamos rápida intervención, apoyos para el desempleo, incentivos fiscales como la condonación de impuestos y créditos a Pymes, pero ¿tenemos la capacidad de hacerlo?. La respuesta no recae en si debemos o no tener un Estado con mayor “poder”, sino un Estado mejor capacitado y eficiente. La actual administración ha destruido la capacidad técnica de reacción; favoreciendo la ideología sobre la experiencia, y eso literalmente, nos va a costar vidas. México tiene las facultades para reaccionar de manera correcta. Sin duda tenemos espacios donde podríamos mejorar, pero si nuestro gobierno navega con un doble discurso (ya saben, el de la mañana y el de la tarde), jamás podremos hacer frente a las crisis de manera óptima y uniforme.
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Acceso al sistema de salud
Segundo, mucho se ha repetido que el Coronavirus no discrimina por nivel de ingreso, aquí, “hasta los ricos se van a morir”. ¿Por qué? Porque ante una pandemia de esta magnitud, los sistemas de salud – incluyendo hospitales privados – no tienen la capacidad para atender a tal número de enfermos. Mundialmente se han hecho evidentes las carencias en el acceso a asistencia médica de muchos seres humanos. En México, la fragmentación del aparato de salud daña aún más nuestra capacidad de reacción. La homogenización de los procesos, el manejo concentrado de datos, y la accesibilidad para todos, es sin duda, un paso importante hacia un sistema de salud funcional, universal, eficiente y necesario.
Globalización
Tercero, voces por todo el mundo culpan a la globalización y a la interconectividad de los países, por la rápida propagación del virus a todos los rincones del planeta. Se ha dicho que tener fronteras abiertas representa un riesgo para la seguridad nacional –económica y social – por ende deberíamos de apuntar hacia un modelo de sustitución de importaciones y un mecanismo de producción de auto subsistencia. Estoy convencido que esa manera de ver el problema es totalmente errónea. Si bien la interconexión global favorece la propagación de un virus, la búsqueda de soluciones debería ser igual de rápida y constructiva.
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El Coronavirus nos dibuja una bifurcación de caminos clara: o decidimos recluirnos dentro de nuestras fronteras, buscando cada quien una solución al problema, o bien, reforzamos un sistema de cooperación multilateral, donde el liderazgo de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, marquen el paso para encontrar soluciones en conjunto con el mejor talento existente en el Globo. Hoy más que nunca necesitamos un aparato internacional funcional para poder hacer frente a una crisis mundial. Si cada quien “se rasca con sus propias uñas”, esta crisis perdurará mucho más de lo que imaginamos.
El COVID-19 llegó para romper estructuras, esta será una época recordada como el momento donde el mundo dio un giro de timón radical; dependerá de nosotros hacia dónde. Es momento de pensar, reflexionar y, a pesar de la urgencia sanitaria, tomar decisiones con cabeza fría. ¿Hacia qué camino vamos a dirigirnos? No lo sé, el tiempo nos indicará si fue el correcto. Por lo pronto, seamos responsables y no dejemos de pensar y actuar.
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