Twitter: @HigueraB

“Toda verdad es simple ¿No es eso una doble mentira?”

Friedrich Nietzsche

No hay ninguna duda en mi cabeza, estos tiempos son tiempos de cambios drásticos. Cambios que podrían refundar la sociedad como la hemos concebido en muchos aspectos.

Por ejemplo, la relación entre hombres y mujeres.

Desde que tengo memoria, las mujeres han sido tratadas como el hermano menor incómodo, por ser ligeramente incapaces y tontas, según much@s, merecedoras de tratos especiales…lo cual casi siempre era sinónimo de marginación, desprecio y abuso. Sin embargo, este proceso necesario para dejar atrás esas ideas estúpidas sobre la mujer tiene algunas aristas muy filosas, que pueden hacer que sea menos efectivo y justo el movimiento.

Con la bandera de #MeToo se han desatado abusos y prácticas de linchamiento y culpabilización de personas, sin tener una comprobación completa y fehaciente ante la única instancia que debe y puede juzgar a alguien: los tribunales de justicia. Con las redes sociales como escenario de este acto que priva al acusado de un debido proceso y una posible defensa. El origen del #Metoo, si damos crédito a lo que nos dice en una entrevista Slavoj Zizek, es muy diferente al que la mayoría creemos. No se originó porque una docena de actrices hollywoodenses acusaran a Harvey Weinsteinun auténtico depredador sexual-, sino porque un grupo de mujeres negras querían visibilizar su estado de indefensión y el contexto económico-social que lo reforzaba.

Fuente: ips-dc.org

Sin duda, esto no quita el valor que debe ser la bandera de éste movimiento, la visibilización, denuncia, persecución y castigo de cualquier hombre o mujer que haya abusado de su posición para someter a una contraparte femenina, abusando de su poder.

Justamente por esto es que el movimiento debe revisar sus acciones y actitudes. Como ya mencioné, los social media no son un tribunal de justicia, por lo que no podemos dar por hecho algo solo por leerlo, ni siquiera una denuncia, si no se acompaña de los elementos esenciales probatorios como la identidad de la parte acusadora, pruebas mínimas y la posibilidad de la réplica de la parte acusada…es decir de un debido proceso. Por ejemplo, se me viene a la mente el caso de Joe Biden, ex VP de USA, que enfrenta acusaciones de incomodar colegas y subordinadas por una forma de ser excesivamente expresiva y su estilo de hacer “política de acercamiento”. Nadie lo ha acusado de ser acosador o depredador, sin embargo se menciona que las personas están molestas por lo que perciben de él y sus formas. Es decir, que la intención ya no cuenta, sino la percepción.

Estos tres elementos que he mencionado constituyen un coctel sumamente volátil: juicio social en las redes que se traduce en la pérdida de empleos y prestigio; olvido de que, por imperfecta que sea, la justicia es la forma civilizada de resolver la culpabilidad de alguien, y tercero, ignorar la necesidad de establecer estándares claros que indiquen hasta donde lo subjetivo, la percepción personal sin más, deba ser suficiente para cuestionar y denigrar a otras personas.

Sé que lo que estoy redactando provocará muchas reacciones de censura y acusaciones de machista de clóset o de defensor del statu quo, tal y como se criticó a las mujeres francesas que cuestionaron al #MeToo en su momento. Se dirá que desde mi posición de poder machista no veo la lucha. Quizá tengan razón esas críticas…o quizá no.

Me parece importante que no tengamos absolutos, dejemos tras a dueñas y dueños de la única verdad cuyo diálogo es inexistente o, si acaso, descalificador a priori. Esto no es sano ni en la esfera política, ni económica, ni social o cultural. Quitar el derecho de réplica, decidir la culpabilidad de una persona o grupo sin más motivo que el enojo y la ira causado por una injusticia que debe ser combatida es algo peligroso.

No voy a caer en el exceso de comparar a #MeToo con movimientos políticos o gobiernos asesinos y genocidas como se ha visto en Twitter y Facebook, algo profundamente estúpido. Pero sí me da miedo pensar que por causa de malas prácticas y abusos en el uso los juicios populares sumarios se pierda a oportunidad de avanzar en un aspecto (solo uno) del combate de la desigual relación entre mujeres y hombres.

El #MeToo que yo quiero es combativo y feroz, pero justo; sabe que la causa es justa y necesaria y por eso se oculta tras el anonimato; incluye a los hombres que ya no responden al modelo tradicional de hombre-dueño y mujer-objeto porque sabe que es un cambo de toda la sociedad; da la oportunidad de justicia al otro, pero apoya sin tregua a las valientes mujeres que se atreven a dar un paso adelante y denuncian a su abusadores; pero sobre todo quiero uno que no fomente la radicalización de nuestro país, porque ESO sobra actualmente.