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Los 31 de diciembre llegan para cerrar un ciclo e iniciar uno nuevo. Para muchas personas, esta fecha es la ocasión perfecta para mirar el año en retrospección y ponerse las metas a cumplir en el año entrante. Para otros, es uno de los días más comerciales del año – sino el que más- y la noche en la que hay más borrachos en la calle. Para mí, es un poco una combinación de ambas cosas, pero siendo honesta, pertenezco más al club de los primeros, pues también suelo aprovechar para pensar en mi lista de resoluciones. Al final del día, un ‘borrón y cuenta nueva’ nunca cae mal.

Es curioso que cada diciembre nos encontramos en un penoso deja vu en el que buscamos cumplir con lo mismo que nos prometimos un año atrás. Siempre pensamos que “este año sí será el que logro (inserte meta aquí)”. Desde niños nos enseñaron a soñar y tener metas, pero de adultos nos pega un golpe de realidad, pues las metas no se cumplen si no están acompañadas con un plan de acción lógico, estructurado y con pasos a seguir. No sólo se trata de perseverancia, esfuerzo y buena suerte. Hoy, a casi dos meses del inicio de la 4T, me pregunto si esta lección no le quedó muy grabada a un niño que nació en Tepetitlán, Tabasco en el año de 1953 y responde al nombre de Andrés Manuel López Obrador.

La radiografía del gobierno de López Obrador refleja poca planeación detrás de sus propuestas. Aplaudo que ataque lo que pocos se han atrevido a hacer. Sin embargo, la forma en que lo ha llevado a cabo es bastante cuestionable. Evidentemente, el mejor ejemplo del momento es el desabasto de gasolina. De acuerdo con el Gobierno federal, la estrategia de combate al huachicol no es nada menos que la panacea. Las redes sociales del Instituto Mexicano del Seguro Social, la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Relaciones Exteriores informan que el robo de combustible ha disminuido un 96%. Esta estrategia va más allá del debate que se ha generado en torno a su eficiencia en sí, de los rumores sobre la importación de gasolina, las posibles pérdidas económicas o el aumento de inflación anunciado por el Banco de México. Creo que deja ver una falta de visión crítica a largo plazo.

Toda política pública debe estar basada en un análisis sustantivo que profundice desde la definición del problema hasta las alternativas de solución.

Quizás es un poco más tardado, pero conlleva a mejores resultados. Lo vemos con el proceso creativo de los majestuosos cuadros del pintor mexicano Ricardo Martínez: desde los bosquejos fríamente calculados hasta el lienzo. Aun así, la política pública evitablemente estará acompañada de externalidades negativas. En este caso, las tres horas que un ciudadano perdió en la fila de la gasolinera esperando su turno es lo menos grave. Si el problema, como indicó el presidente, no es desabasto sino una falla en la distribución, ¿no podrían haber una estrategia un poco más mesurada para prevenir tal nivel de afectación? No solo eso, pero las medidas de corrección sobre la marcha son vergonzosas. ¿Utilizar a todo el aparato gubernamental a manera de propaganda para apaciguar las molestias generales? A todo esto, una sociedad cada vez más fragmentada por la opinión pública.

Parece que cualquier crítica a la estrategia del combate al huachicol es tomada como apoyar a la innegable corrupción que permea en el país. Ahora resulta que la indignación es la indignación.

El tema de la gasolina no es el único que genera tanta incertidumbre. A éste se suma el adelgazamiento del sector público que llevó al despido de más de 12 mil servidores públicos, los recortes al presupuesto, las negociaciones fallidas de los dirigentes de PEMEX y SHCP tras la visita a los inversionistas en Nueva York, la cancelación del NAIM, además de los que aún no vemos, como el plan de substituir el Seguro Popular, la consecuencia de la descentralización de las instituciones, darle marcha atrás a la reforma educativa, entre otros. No me queda la menor duda que las intenciones detrás del plan de gobierno de López Obrador son para el bien del país. Sin duda alguna, habrá aciertos que aplaudiremos (espero) en materia de política social, la bandera con la cual navegó AMLO desde el inicio de su campaña.

Pero estamos en problemas si no se dan cuenta que toda acción tiene consecuencias y más aún si planean corregirlas tan al aventón.

La noche previa al 1º de enero de 2019, mientras observaba los últimos minutos del 2018 en el reloj de la Torre Latino desde el Zócalo capitalino, enlisté en fuerte mis cinco metas que me propuse cumplir en el 2019. A diferencia de años pasados, mis objetivos de este año fueron mucho más pragmáticos y realistas. Espero que las doce uvas le trajeran al presidente sensatez, visión y decisiones mesuradas, no sólo sueños esperanzadores lanzados al aire.

Nuestro querido México no merece un “suéltalo, a ver qué pasa”.