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Hay acontecimientos que quedan registrados en nuestra memoria. Fue a principios de 1993. El entonces secretario de Desarrollo Social del Gobierno Federal, Luis Donaldo Colosio, acudió a la Ibero -mi universidad- para atestiguar el inicio de un programa universitario de medio ambiente. Recuerdo que lo acompañaban Jorge de la Vega Domínguez, Mariano Palacios Alcocer, Roberto Hernández Ramírez (presidente del patronato de la Universidad Iberoamericana) y nuestro rector, Carlos Vigil Ávalos, S.J., entre otros.

La culminación del evento residía en plantar un árbol a la entrada de nuestro plantel en Santa Fe y como un entusiasta alumno de primer semestre de Ciencias Políticas y Administración Pública me encontraba de pie –en primera fila- atestiguando el acto muy cerca de Colosio y de quienes lo acompañaban.

Fuente: actualidad.rt.com

Mis compañeros de licenciatura –no más de 20- observábamos en silencio como Colosio arrojaba la tierra en el pequeño árbol cuando se detuvo, tomó la pala, me volteó a ver y me dijo: ¡Éntrele! Ante mi cara de asombro insistió: ¡No le saques! Y agregó volteando a ver a todos:

“Ustedes los jóvenes son los protagonistas del futuro, la esperanza de nuestro país”.

Todos éramos muy jóvenes y veíamos en Colosio a un hombre carismático, norteño, cálido, preparado, que venía de la cultura del esfuerzo. Contagiaba su entusiasmo y frescura. Como candidato, su genuino proyecto de cambio permeaba en una sociedad que se encontraba agraviada por los usos y costumbres del poder en México. El oriundo de Magdalena de Kino transmitía sinceridad y sensibilidad para afrontar los problemas sociales y para muchos representaba una verdadera opción de cambio.

A partir de la artera interrupción de su vida, decidí recortar notas periodísticas relativas a la investigación del crimen por más de un año, en las que marcaba con amarillo lo trascendente y pegaba en una hoja con mis comentarios, lo que me permitió contar con una amplía carpeta del caso que aún conservo. 

Cuál fue mi sorpresa cuando en cuarto semestre de la licenciatura tuve como profesor de Macroeconomía a José Ernesto Infante Quintanilla, sobrino del gran Pedro Infante y apasionado economista. En un afán para que los alumnos comprendiéramos mejor las variables macroeconómicas, José Ernesto en ocasiones nos ejemplificaba con valiosas anécdotas de otro economista, su compadre Luis Donaldo Colosio.

A la distancia -después de 26 años- el árbol sembrado por Colosio permanece frondoso a la entrada principal de la Ibero como fiel testigo de los estudiantes que diariamente caminan a su lado para llegar y salir del plantel. Una discreta placa hace alusión al propósito y fecha en que fue sembrado.

“Los ideales de Colosio de reformar pacíficamente a México están presentes en el tiempo democrático que vivimos”.

Ha dicho Alfonso Durazo, cercano colaborador de Luis Donaldo y actual Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. En el contexto de una nueva relación entre el Estado y el ciudadano, las causas que enarboló Colosio siguen en pie. Continuemos luchando por ellas.