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La pandemia del COVID-19 ha venido a sacudir a cada uno de los gobiernos, en condiciones diferentes hubiéramos imaginado que países como China, Francia, España, Italia o Estados Unidos estarían preparados para enfrentar cualquier cosa, pero no. El coronavirus ha puesto a prueba a todos los líderes y a una sociedad que no tiene claro cómo actuar ante una situación de magnitudes que no habíamos previsto ni en la más lejana de nuestras pesadillas.

Sin embargo, en México hemos tenido ciertas “ventajas” pues el virus se prolongó un poco más en llegar y el transcurso de las etapas ha podido prevenirse con más antelación, pero ¿realmente estamos ejecutando un plan de emergencia que pueda afectarnos en la menor medida posible? No estoy segura. Más allá de la actitud y mensajes que el presidente ha dado respecto a este problema, los cuales, no hay que olvidar: han sido, en su mayoría, irresponsables y poco empáticos, enfrentamos una situación de riesgo inminente que parece ser minimizada por nuestra máxima autoridad contra pronunciamientos hasta de organizaciones internacionales.

El llamado a quedarnos en casa ha sido discutido como un privilegio y no podemos negarlo.

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Tener la oportunidad de tomar clases y entregar tareas en línea y hacer teletrabajo son grandes ventajas que la mayoría no tiene. ¿Qué está pasando con las trabajadoras del hogar, con los repartidores de aplicaciones digitales, meseros, personal de atención a clientes y administrativo, vendedores ambulantes, choferes, albañiles y una interminable lista de empleos que requieren salir a la calle para llevar el sustento diario a sus hogares? ¿Hay un plan para ellos, hay garantía de sus derechos laborales y acceso a la salud? Un llamado a las empresas para no despedir a sus empleados no es suficiente, hay que endurecer las leyes y hacerlas cumplir cabalmente. No todos pueden quedarse en casa por más que quisieran y esto refleja la desigualdad en que vivimos y a la que no se ha podido hacer frente.

El adelanto del apoyo con los programas sociales será suficiente para un buen número de personas en situación vulnerable, pero no para una mayoría. Es ahora cuando requerimos la total atención del presidente con una sentido de realidad claro: que sepa que vivimos en un país donde muchas empresas y empleadores no respetan los derechos laborales, que gran parte de la economía se sostiene desde el comercio informal, que el sistema de salud es deficiente y que él tiene el poder de fomentar la responsabilidad, no de menospreciar las medidas de seguridad que estamos a tiempo de tomar para evitar una situación de catástrofe como ha sido en otros países.

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Confío en que México puede hacer frente a la situación con un sentido de responsabilidad, en especial para los que pueden quedarse en casa. La pandemia ha traído mucha incertidumbre y pánico, pero también ha traído unión entre comunidades con ofertas diversas de entretenimiento gratuito que hacen la cuarentena menos complicada. En el caso de los jóvenes, nos toca hacer lo mismo agregando que nuestra conciencia y empatía por los demás puede hacer un gran cambio, aunque esté comprobado que el virus no nos afecta como a otras poblaciones, no podemos creer que somos invencibles y poner en riesgo a otras personas. Nos toca difundir este mensaje con el mayor número de personas que podamos. Esto nos involucra a todos.

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Aún no sé si las 60,600 camas y 5,323 respiradores o ventiladores mecánicos con los que cuenta el gobierno sean suficientes para combatir la emergencia, no soy experta, pero confío en que sí. Así como confío en que la austeridad republicana permitirá contar con un fondo monetario extra, en caso de ser necesario. Y en la palabra de las autoridades de las que dependemos para que esta pandemia no cause estragos que continúen afectando a los más vulnerables sin que puedan acudir a una segunda opción. Es ahora cuando más los necesitamos.

La situación amerita que el debate público se centre en lo que podemos hacer como sociedad para apoyarnos en esta emergencia, hemos pasado por sismos, huracanes y la pandemia del AH1N1, y hemos salido adelante pero no podemos caer en el error de dar todo por sentado, no cuando hay personas afuera exponiéndose al contagio.

Dejemos de lado la lucha ideológica y la politiquería. Hoy México nos necesita conscientes, fuertes y sanos, después de esto no podemos permitirnos volver a la normalidad donde los derechos fundamentales son privilegios y no derechos. Ya no más.

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