Twitter: @adelbuencomer
Amante del Buen Comer®
La vida es ese cúmulo de momentos que vamos arropando con el devenir del tiempo. Algunas experiencias gratas, y otras no tanto, se albergan en nuestro ser, unas perdurando, otras dejándose ir. Pero aquellos instantes que nos dejaron anonadados, que nos pusieron “la piel chinita”, que nos sacaron lágrimas del corazón, que nos hicieron asombrarnos hasta el absorto, son las que se quedan a la posteridad y nos hacen sonreír siempre que las recordamos.
Este tipo de experiencias podemos vivirlas en todos los ámbitos de nuestra vida: en casa con la familia, de la mano de nuestra pareja, con grandes amigos, en el trabajo, solos o en aquellas cosas que amamos hacer. Hoy les comparto aquí uno de estos maravillosos recuerdos que me obsequió la vida dentro de otro hermoso regalo que fue un viaje a Hawái. [1]
Estando en la paradisíaca isla de las piñas y las flores, tuve conocimiento de que ahí estaba uno de los mejores restaurantes Kaiseki, el “Nanzan Giro Giro” del Chef Yoshihiro Matsumoto.
Actualmente, el Kaiseki Japonés (cuya traducción es “piedra en el estómago” y refiere a la piedra caliente que los monjes ponían sobre su barriga para evitar el hambre[2]) es una evolución de la cocina de los monasterios Zen, que se caracteriza por ser austera y contemplativa. Hoy, este tipo de cocina es estacional, de progresión de cursos y presentación impecable.
En palabras de Yoshihiro Matsumoto el “Kaiseki es una relación entre el restaurante y el comensal, ellos no saben que hay en el menú del mes, pero ellos confían en el restaurante”[3] y definitivamente así fue.
El lugar se encuentra en las afueras de la zona hotelera, en una zona sin glamour ni luces. Para alcanzar un espacio en la barra comunal que rodea la cocina, es necesario contar con reservación (muchas veces con mucho tiempo de anticipación). No existen las mesas personales. Desde que uno pisa el local, la bienvenida es cálida, todos los empleados, incluido el propio chef, saludan a quien arriba en un tono amable y festivo.
Menos de diez personas atienden todo el recinto. Hombres y mujeres de distintas razas, preferencias, personalidades y habilidades desarrollan todas las actividades dirigidas por Matsumoto, siempre atentos y presentes a los tiempos de los alimentos de cada comensal.
En este restaurante confirmé que el verdadero líder no es aquel que ordena, sino el que da el ejemplo y, sin duda alguna, esta fue de las cosas que más me gustó. La sencillez y profesionalismo de Matsumoto no solo las ví plasmadas en cada hermoso, detallado y exquisito plato que degusté, sino que su actuar en el tiempo que estuve ahí fue único. Así como creaba los divinos platos, también guardaba cosas, limpiaba y hasta lavaba platos, acciones que igualmente realizaba cualquiera del resto de los empleados.
Sobre el menú, que como ya les comenté varía de mes a mes, es un vaivén de 6 tiempos que pueden acompañarse con maridaje. Ingredientes japoneses y hawaianos se mezclan al unísono para formar cánticos deliciosos que aparecen en cada plato presentado. Un plato ligero, otro fuerte, uno pesado y otro frío.
Cabe referir que cada plato utilizado es una obra de arte. Cada cerámica en las vajillas de Nanzan es creación de Kyoto, otro de los propietarios del lugar.
Referirles sobre los platos es mentirles sobre lo que podrían degustar precisamente por el cambio mensual de menú, pero les comparto fotografías de las espléndidas creaciones que en aquel momento me cautivaron. Verduras de todo tipo, pescados, moluscos, carnes, excentricidades japonesas y locales de la región fueron presentándose a lo largo de la velada generando en cada plato una expectativa nueva de felicidad que se comprobaba en cada bocado. Pido una disculpa de antemano por dos situaciones. La primera es que la mayoría de los ingredientes y preparaciones son de origen japonés mismos que desconozco y; la segunda, plenamente relacionada, poder escribir sobre cada plato se vuelve muy complicado. En esta ocasión les pido puedan confiar en mi dicho sobre lo excepcional del lugar y en las fotografías compartidas para abrir su apetito y dejarse llevar.
Queridos amantes del buen comer® y del buen viajar no dejen de pasar la oportunidad, en algún momento de sus vidas, de visitar la hermosa isla y deleitarse con lo que ofrece y ya estando allá, por ningún motivo dejen de visitar Nanzan Giro Giro, una joya nipona donde la calidez se vive desde que se entra al lugar, se confirma en cada bocado y culmina con el grato momento.
¡Buen Provecho!
Amante del Buen Comer®
[1] Pueden conocer más de mi aventura en Hawái en la columna que hice para Gluc en febrero pasado https://gluc.mx/opinion/experiencia-gastronomica-en-hawaii
[2] http://www.honolulumagazine.com/Honolulu-Magazine/May-2012/Japanese-Kaiseki-in-Honolulu/
[3] Op Cit.