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Nuestro país es uno de los más peligrosos para ejercer la labor periodística, la impunidad que existe en México ha propiciado un clima de agresión contra ellos ya que el hostigamiento que día con día viven es un atentado directo contra la libertad de expresión. De acuerdo a estadísticas la impunidad es de un 90% pese a la creación de mecanismos de gobierno en torno a la protección de sus derechos humanos, la inseguridad es una característica constante en la vida de un periodista.

De ahí la responsabilidad del Estado Mexicano para generar la procuración de justicia eficaz que castigue directamente los actos de impunidad contra este tipo de agresiones.

Fuente: reeditor.com

Todas las personas tenemos derecho a la libertad de pensamiento y expresión, para difundir información, buscarla o recibirla, de manera escrita, oral o mediante las redes sociales, y esto no debe estar bajo ningún tipo de censura.

“El derecho a la libertad de expresión constituye un pilar fundamental para la vigencia de una sociedad abierta, plural y democrática. Los principales instrumentos internacionales de derechos humanos consagran dicha libertad y son varios los organismos internacionales que a nivel mundial y regional se ocupan de supervisar y evaluar su cumplimiento.”

Así inicia el libro digital la Libertad de Expresión en México informes de misión de las relatorías de la ONU y  de la CIDH

En México es alarmante el grado de peligrosidad, se compara con Afganistán y Siria, es decir que nuestro territorio sin estar en conflicto bélico es el país en “paz” más peligroso para ejercer el periodismo, aunado a las intimidaciones y agresiones han provocado el desplazamiento y exilio forzado de los comunicadores, esto crea espirales de silencio en México, lo cual vulnera el derecho a la información de las y los mexicanos.

La verdad no peca pero incómoda, incómoda porque las cifras y datos dicen la verdad. Es cierto que en México se han dado pasos para crear Mecanismos de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, pero la realidad, las cifras y las denuncias nos muestran que estás acciones son insuficientes porque la violencia sigue siendo uno de los temas pendientes para sanear nuestra democracia.