Twitter: @CLopezKramsky
El artículo 30 de nuestra Constitución establece que la nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento o por naturalización, es decir, son mexicanos por nacimiento quienes nazcan en territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres; nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos nacidos en territorio nacional, de padre mexicano nacido en territorio nacional, o de madre mexicana nacida en territorio nacional; quienes nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por naturalización, de padre mexicano por naturalización, o de madre mexicana por naturalización, y quienes nazcan a bordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o mercantes.
Los mexicanos por naturalización son todos aquellos extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones Exteriores su carta de naturalización; los extranjeros que contraigan matrimonio con hombre o mujer mexicanos, que tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional y cumplan con los demás requisitos que al efecto señale la ley.
Tuve el privilegio de entregar, en compañía de la Ministra Sánchez Cordero, 89 cartas de naturalización a igual número de ciudadanos mexicanos por elección encabezados por Filippa Giordano. pic.twitter.com/qUYIyj4gnH
— Marcelo Ebrard C. (@m_ebrard) October 15, 2019
En un mundo ideal, las personas que se naturalizan como mexicanas deberían adquirir todos los derechos y obligaciones que corresponden a los mexicanos por nacimiento, pero no es así. Una de las limitaciones más claras se encuentra en el artículo 32 de la misma Constitución, que establece que existen ciertos cargos y funciones que están reservados exclusivamente para los mexicanos por nacimiento, entre ellas, todos aquellos que la misma Constitución prevé expresamente, como los cargos de presidente de la República, gobernadores, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; todos los cargos en el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, las policías o corporaciones de seguridad pública, además de capitanes, pilotos, patrones, maquinistas, mecánicos y, de una manera general, para todo el personal que tripule cualquier embarcación o aeronave que se ampare con la bandera o insignia mercante mexicana. Asimismo, están vedados para los mexicanos por naturalización los cargos de capitán de puerto y todos los servicios de practicaje y comandante de aeródromo.
Siguiendo esta prohibición, las leyes federales, las constituciones y las leyes de los Estados y de la Ciudad de México, han establecido estas mismas medidas para un sinfín de cargos públicos. En estos días, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha resuelto que este tipo de prohibiciones establecidas en las constituciones y leyes locales son inconstitucionales, pues las legislaturas estatales no tienen competencia para legislar sobre esa materia.
Pero además de esa consideración de técnica constitucional, hay que resaltar que segregar a los mexicanos por naturalización con este tipo de prohibiciones es discriminatorio y vulnera el libre desarrollo de la personalidad de aquél que, por voluntad propia, adopta una nacionalidad. Esto también ha tenidos efectos en la Liga MX y en la Selección Nacional de México de fútbol soccer, pues a pesar de contar con la nacionalidad mexicana, muchos jugadores naturalizados son excluidos y se les ha negado el derecho de participar como seleccionados nacionales, representando a su país, lo que, de nuevo, es un acto de segregación y discriminación.
Los tiempos modernos exigen que revisemos nuestras instituciones a la luz de nuevas realidades, en las que la democracia y la defensa de los derechos humanos deben ser la guía. Hoy tenemos que discutir seriamente si los mexicanos por naturalización deben seguir siendo mexicanos de segunda o si estamos listos, como país, nación y sociedad, para abrazarlos como lo que son, compatriotas que tienen la gran virtud de haber elegido, por gusto, el país en el que desean desarrollarse, vivir y trabajar para hacerlo cada vez más próspero.
En esas discusiones debemos incluir todos los derechos que debería corresponderle a los mexicanos por naturalización, incluyendo la Selección Nacional de fútbol, las gubernaturas estatales o, incluso, la Presidencia de la República; ¿Se imaginan tener un presidente de la República nacido en otro país, pero naturalizado mexicano? No es tan difícil, intentémoslo.