Twitter: @AlfiePingtajo
A Pedro Ángel Palou García, en sus 53 años.
Hoy deseo escribir sobre el teatro, a propósito del Día Mundial del Teatro, aunque después del mensaje poético, sincero, luminoso[1] de Carlos Celdrán; parece complicado decir algo mejor.
Quien me conoce sabe que mi acercamiento al arte se debe a dos personas: Xavier Velasco con su Diablo Guardián, que fue el primero libro que realmente me atrapó y Pedro Ángel Palou, quien no sólo me ofreció su sincera y cariñosa amistad, también se convirtió en mi Virgilio literario, posteriormente en mi Virgilio en el ámbito de la Gestión Cultural.

El teatro no existía en mi panorama, las únicas puestas en escena que había visto eran: El Tenorio cómico (versión Mascabrothers) y La Señora Presidenta (versión Gonzalo Vega). A pesar de que recuerdo haber reído a granel, no significaron mucho en mí. Realmente la primera obra que vi y generó alguna sensación poco conocida en mí fue: Ornitorrinco (presentada en el marco del Festival Héctor Azar y con las actuaciones de Juan Munchi y Tania Noriega).
Pasaron años y aquello había sido un destello en el abismo poblano.
Las artes escénicas irrumpieron en mi vida, cuando emigré a Ciudad de México para incorporarme al Fonca como Coordinador del Programa México en Escena. El Fonca fue el pretexto para emprender un viaje por un mundo que se ha convertido en mi casa, mi país.
Es cierto, la poesía sigue siendo el lugar donde diálogo con mi ser interno y la novela o el cuento son los géneros en los que pretendo adentrarme los infiernos que relatan y, de alguna forma, viven mis amigos.
Sin embargo, el teatro es el que me ha confrontado. Mis lágrimas recordaron su sendero en varias puestas en escena. Y sí, también he muerto de risa y he tenido la sensación de estar frente a un espejo.
El teatro ha sido el lugar perfecto para sentirme libre de todo juzgamiento.
Ir al teatro, en diversas ocasiones, tuvo el mismo efecto que las terapias psicológicas a las que solía asistir. Hoy, de plano, abandoné el diván y me aferré a la butaca.
Los y las que integran el ámbito teatral -sin ser dramaturgo, director o actor- me han entregado su corazón sin chistar y me han tratado como uno igual. Incluso, sin ser crítico han recibido mis humildes reseñas teatrales como algo agradable.
Hoy no concibo lo que me queda de vida sin la presencia de las artes escénicas, es más, son algo vital en mi día a día.
Y tal vez, por eso vuelvo cada que puedo a la Ciudad de México, pues allí se encuentran las diversas casas donde encontré resguardo. Y quizá, por eso anhelo regresar a la región más transparente del aire ya que no concibo mi vida sin la presencia de museos, exposiciones importantes, librerías y teatros.
Hoy, en Puebla, sé que tengo la oportunidad de aportar mi granito de arena para que mi tierra natal, sin perder su extraña personalidad, se acerque a la grandiosa vida cultural de la Ciudad de México o al menos eso anhelo. Empero, a menudo me acuerdo de que tan sólo soy un peón cultural con sueños que no son necesariamente los mismos de los que están encima de mí.
Probablemente aún no es mi momento, quizá algún día me toque ser el dramaturgo o el director de la obra. No queda más que seguir yendo a casting en espera de que algún día logré obtener el papel de protagonista.
[1] http://www.artezblai.com/artezblai/mensaje-del-dia-mundial-del-teatro-2019-por-carlos-celdran.html